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Guias e Dicas
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Anatomia Humana T1 Osteologia Artrologia e Miologia, Notas de estudo de Medicina

Testut e latarjet

Tipologia: Notas de estudo

2018

Compartilhado em 12/06/2018

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iannae-dyandra-5 🇧🇷

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Baixe Anatomia Humana T1 Osteologia Artrologia e Miologia e outras Notas de estudo em PDF para Medicina, somente na Docsity! E EPI Rc po ane e e icuR TC ni aa L. TESTUT y A. LATARJET PROFESORES DE ANATOMIA EN LA FACULTAD DE MEDICINA DE LA UNIVERSIDAD DE LYON www.ell2cirujano.blogspot.com TRATADO DE ANATOMIA HUMANA OBRA LAUREADA POR LA ACADEMIA DE MEDICINA DE PARIS (PREMIO SAINTOUR, 1902) NOVENA EDICION, REVISADA, CORREGIDA Y AUMENTADA CON LA COLABORACION DE M. LATARJET PROFESOR AGREGADO DF LA FACULTAD DE MEDICINA DE LYON TOMO PRIMERO OSTEOLOGIA - ARTROLOGIA - MIOLOGIA Ilustrado con 1.074 grabados, la mayor parte de cllos à varios colores, dibujados por G. Devy y S. Dupret http://bookmedico.blogspot.com SALVAT SALVAT EDITORES, S. A. BARCELONA - MADRID - BUFNOS AIRES BOGOIA - CARACAS - LIMA - MEXICO - QUITO - RIO DE JANEIRO SANTIAGO DE CHILE - SAN JUAN DE PUERTO RICO ÍNDICE DE MATERIAS vm Pi. 4. Hucsos delamano . . cc cas rr BH A. Capo. . O» É E E ra TE E Ts rr 388 DB. Metaarpos «sas ns mu gs Eos aca co 16 Bl Dedo Sc com nica à CS GU po og BBÊ Anzíctto IL. — Miembro inferior o pelviano . . cc rc 3 1. Huesa de la cadera, pelvis. 2 cc cc 355 A. Hueso coral . LL 3 B. Pelvisen general. . cc cc 365 2 Hueso del muslo o fémur . . E E E 3. Euesas dela piema. . Lc 45 A: Rótolh oe ur nos aca ace god 6 Am dB DE QD o cão 3 do RB oB Mamã bay 48 À od aC 408 O Pal des a Lado sd E ga dm 416 4 Huesosdelpic. Lc am A. “Varso . . . - . - . . . . . . . 431 B. Metatarsá; e náo ão o a cbr ces carão AME G Dedosdélpiêa ss ss ace as ad rs Ro AMZ Axricuro TIT. —— Huesos sesaemoideos + + cc cce AB Arricuro IV. — Desarrollo general y homologia de los miembros . . 2 0 45 1. Desarrollo general de los imiembros; anomalias. . g asi *. Disposición general de los miembros. Iomologia de los miembros. . 466 LIBRO II ARTROLOGIA GAPIVULO PRIMERO. — Anatomía general . cc cc aja 1. Defnición, division. Rg qa Si mimga Gia, AÊ ». Resumen embriológico . cc cc AA 3. Diartrosis en general. . cc cr 4 4. Anfiartrosis en general. LL Lc 489 5. Sinartrosis en general. By na eb tear da Niro A vd? ay A 490 6. Nomenclatura de las artkculaciones. LL cc am CAPITULO II. — Articulaciones de la columna vertebral . . 00498 ARTÍCULO PRIMERO. — Articulaciones comunes a la mayoria de las vértebras. . 498 4. Articulaciones de los cuerpos vertebrales entre si. . cc 000 498 2. Articulaciones de las apófisis articulares entre si... : 500 3. Unión de las lâminas vertebrales entre si. cc cc o 4. Unión de las apófisis cspinosas entre si. . Lc cc sos & Unión de las apófisis transversas entre st. eo. Rr ato Mira sos 6. Movimientos de conjunto de la columna vertebral. . 000 3 ArtícuLO II. — Articulaciones propias de algunas vértebras . 506 1. Articulaciones del sacro con los huesos inmediatos . . 0. 506 A. Articulación sacrovertebral LL cc RO B. Articulación sacrococeigea Lc om 2. Azticulacioncs intercoccigeas . . Lc cc og 3. Articulaciones del atlas con el axis do tende do o 609 A. Articulación atloidoaxoidea propiamente dicha . 2 00 go B. Articulación atloidoodontoidca . Lc az vir ÍNDICE DE MATERIAS ARTÍCULO TT, — Articuluciones de la coiumna vertebral con la cabeze . 2. Articulación occipitaatloidea . SR SR 2a * Articulación oceipitoaxoidea CAPITULO HI. — Articulaciones de lu cabeza 1. Arricnlaciones de los hucsos del cráneo entre sí . cl crâneo . .. & 3. Axticulación de la mandíbula inferior con el críneo o articula poromaxilr . Lc CAPITULO IV. — Articulaciones del tórax . . 1. Articulaciones de las costilla: costovertebrales A. Articulaciones «ostovertebrales propiamente di B. Articulaciones (ransversocostales . *. Articulaciones de las rostillas con los cartílagos costales 3: Axticulación de los cartílagos costales con el estertón 4. Articulaciones de los cartilagos intorcostales entre s! . 5 Articulaciones de las diferentes piezas del esteraón entre « A. Articulación csternal superior. . B. Articulación esternal inferior. . CAPITULO V. — Articulaciones de los miembros . ARTÍCULO PRIMERO. — Articulaciones del membro superior . - 4 Articulaciones de los hucsos del hombro . A. Articulación esternovostoclavicular, . B. Articulación acromioclavicnlar. . é C. Tniôn de la cluvicula con la apófisis coracoides D. Ligamentos propios de la escópula, 1.º Ligamento coracoideo z 5 2.º Tigamento acromiocoracoideo . . Articulación escapulohumeral Articulación del codo . o = 4 Articulacianes de los dos hucsos del antebrazo entre si. A. Articulación radiocubital superior B. Articulación radioenhital inferior... O. Ligamento interóseo del antehraro 5 Articulación de la muúieca . Ê 6. Articulaciones intrínsecas de la mano . A. Articnlaciones carpianas . B. Articulaciones carpometacarpianas . C. Articulaciones intermetacarpianas 2 D. Articulaciones metacarpofalângicas . » Azticulaciones interfalângicas de los dedos co de ARTÍCULO IT. — Articulaciones del miembro inferior. 1. Articulaciones de los hnesos coxales o huesos de la pe! A. Articulación sacroiliaca . B. Sinfisis púbica ER O. C. Ligamentos sacrociáticos . 1.º Ligamento sacreciático mayor... 2.º Ligamento sacrociático menor. . 3.º Tos ligamentos sacrociáticos considerados como parte constitutiva de la parei de la peso i D. Membrana obturatriz. . Y 1.º Membrana obturatriz propiamente dicha . con la columna vertebral o a » Articulaciones de los huesos de la mandíbula superior entre si 7 con Ea Be 5: 5 5 x 5 ea REU E u 29H 595 585 599 606 617 817 658 &5 ÍNDICE DE MATERIAS 2.º Cinta suhpuhiana . Articulación coxofemoral . Articulaciónu de la rodilla E Artienlaciên de los das huesos de la pierna entre sí . À. Articulación peroncotibial superior B. Articulación peroneotibial inferior €. Tigamento interóseo de la pierna . : Articulación de la garganta del pie o tbiotarsiana . Articulaciones intrínsecas del pic Rê A Avticulación astragalocalcánea . Articulaciôn mediatarsiana o articulación de Chopart . E sera Articulación tarsometatarsiana o articulación de Lisfranc . Articulacioncs intermctatarsianas . Articulaciones metatarsofalángicas s G. Articulaciones interfalôngicas de los dedos dei pie a ms ner E TIBRO TIT MIOLÓOGIA CAPIVULO PRIMERO, — Anatomia general. Consideraciones generales E Conformación exterior y relaciones . Estructura de los músculos y tendones . Unién de los tendones con los músculos y las partes 4 vecinas . Composiciôn química de los músculos . Anexos de los músculos . Acción mecánica de los múscul 3 Nomenciarura de os mitsenlos; imétodos de estndio . CAPITULO II. — Músculos de la cabeza - AntícuLO PRIMERO. — Músculos masticadores 1º Temporal, 2.» Masetero . aº Plerigoideo intemto 4º Pterigoideo externo px cmpus a Arríerto TE. — Músculos eutáneos de la cabese . 1. Músculos entáneos del crâneo 1.º Occipital. 2.º Frontal 8º Aponeurosis epicraneal 2. Músculos de los jispadias g ; 1.º Orbicnlar de los párpados . 2.º Superciliar a 3 Músculos de la nariz . 1.º Piramidal * ae Transverso de la nariz . 3.º Mirtiforme 4º Dilatador propio de las alas de Ja nariz . 4. Músculos de la boca y de los labios... Articulaciones de los huesos de la segunda fila del tarso entre sí . 1x Pigs, 658 Gão 66 gos 704 704 707 707 719 n9 ma 24 727 781 732 74 164 789 3 FA 784 785 7-5 789 787 788 ses so 92 gs “98 794 94 795 xr ÍNDICE DE MATERIAS CAPITULO VI, — Músculos del abdomen . ARIÍCULO PRIMERO, — Región anterolateral 1. Músculos largos E y 1º Recto mayor del abdomen . 2.º Pirumidal del abdomen z. Músculos anchos . 1.º Oblicno mayor del abdomen *.ºOblicuo menor del abdomen 3.º Transverso del abdomen . 3: Aponeurosis de Jos músculos de la región auterolateral del abdomen A. Aponeurosis abdominales posteriores . 1.º Aponcurosis posterior del oblicuo menor 2» Aponemrsis posterior del transverso . B. Aponcurosis abdominales anteriores . : O. Regiones y [ormaciones diversas dependientes de las aponeurosis abdominales . a 1.º Arco erural 2º Ligamento de Gimbemat . 3º Ligamento de Cooper 4.º Cinta iliopectinca 5.º Anillo crural . 6.º Fascia transversalis . 7.º Capa celulosa subperitoncal, fascia propia 8.º Conducio inguinal 9.º Fosilas inguinales 10. Vaina del músculo recio mayor . 1.º Línea blanea . 12º Ombligo . ARTÍCULO IT. - Región posterior o lumboiliaca 1.º Guadrado lumbar . a. Psoasilíaco 34 Psoas menor : 4º Aponeurosis lumboiliaca o fascia ilíaca . AnrícuLo III. — Región parir o diafragmática Diatragma . de CAPITULO VII. — Músculos del miembro superior ARTÍCULO PRIMERO. — Músculos del hombro 4.º Deltoides . . 2.º Supraespinoso . 3º Infraespinoso . 4º Redondo menor 5º Redondo mayor . 8º Supraescapular . 7.º Aponeurosis del 1.º Aponcurcsis deltoides 2.º Aponemrosis supracspinosa 3.º Aponeurosis infraespinosa 4.º Aponeurosis subescapular 5.º Aponenrosis axilar ARTÍCULO II. — Músculos del brazo 1. Región anterior del brazo 1º Bíceps braquial 2º Coracobraquial gas 945 947 E 949 950 951 953 954 96o 96 dês 968 968 97 98o go 983 983 997 997 997 1101 1003 1005 1007 1098 1008 1008 1009 1010 1010 1012 1012 1012 1016 INDICE DE MATERIAS 3º Braquial anterior . ». Región posterior del hrazo Triceps braquial . Aponeurosis del brazo ARTÍCULO III. — Músculos del antebrazo . 1. Región anterior del brazo 2.º Pronador redondo . 2º Palmar mayor 3.º Palmar menor 4º Cubital anterior . : 5.º Mexor común superfeial de los dedos . 6.º Flexor común profundo de los dedos . 7.º Flexor largo del pulgar &º Pronador cuadrado 9º Correderas y sinaviales de los tendones fiexores de la mano. z. Región externa del antebrazo 1.º Supinador largo 2.º Primer radial externo . 3.º Segundo radial externo 4.º Supinador corto 3. Región posterior del antebrazo . 1.º Extensor común de los dedos . 2º Extensor propio del meúique . 3.º Cubital p E 4º Ancóneo 5º Abductor largo del pulgar 6.2 Extensor corto del pulgar . 7º Extensor largo del pulgar . 8.º Extensor propio del índice q Correderas y sinoviales de los teudones extentores de la mano . 4. Aponeurosis del antehrazo Artícuro IV. -- Músculos de la mano . 1. Región palmar externa o músculos de la eminencia tenar 1.º Abductor corto del pulgar 2.º Hlexor corto del pulgar 3º Oponente del pulgar . 4.º Aductor del pulgar g &. Regióu palmar interna o músculos de la eminencia hipotenar . 1.º Palmar cutáneo 2.º Aductor del meiique . 3.º Flexor corto del imeíiique 4º Oponente del meúique 3. Región palmar media ; 2.º Lumbricates de la mano . 2.º Interóseos de Jz mano a) Interóscos palmares b) Interóseos dorsales : Función de los músculos de la mano, Prensión - Aponeurosis de la mano . 1º Aponcurosis de la región palmar . 1.9 Aponenrosis palmar superficial 3.» Aponeurosis palmar profunda 2.º Aponcurosis de la región dors: 1º Aponenrosis dorsal superficial 2.º Aponeurosis dorsal profunda . a XI Pága, 1017 1019 1019 1023 1026 1026 1026 1029 1030 1031 1032 1036 1038 1039 1040 1045 1046 1047 1947 1049 1051 1058 1054 1054 1055 1056 1057 1058 1059 1060 1054 1067 1067 1067 1069 1052 1073 1075 1076 1977 1078 1079 1080 1080 10Bz ing 1084 1086 1090 1080 1090 1095 109% 1095 109% xIv ÍNDICE DE MATERIAS CAPITULO Vit. — Músenlos del miembro inferior . . cc AxrícuLo rrimErO. — Músculos de la peluis . . cc 1.º “Glúteos mayor. «lo cr o cá e cão ca córrapado is LGlútto mediano a emb ão gun A cbio PR 3.º Glúteo menor. . Arado ão 6 dr Erê 4º Pirawidal de la peso do Monge E Chen OS : 5º Géminos . . Ed go É a E EA EEE 6º Obturadorintemo . cc 7.º Obturador externo . cc 8.º Cuadrado erural . cc à 3 9º Aponeurosis de lamalga . Lc cc AxríctLO IL. — Músculos del muslo . Lc cc mo à. Región anteroexterna . ai pio pad RE CS Rã 1º Tensor de la fascia lata. cc am 2º Sartorio .. gds “of antas = o ias 3º Cuádriceps mal 2 a ; my 2. Región posterointema AR, 1º Rectointemo. . Lc E Ego ES 2º Pectíneo . z E E sd E Es 8º Aductores delmuso . Era RR RO Vis 4.º Blccps crural . on E SD Po tas 5º Semitendinoso ad MEC dB Go Semimembranoso . 2 Pas 4 Go Do e dm tRãO: 3. Aponeurosis del muslo . cc US Anrícuro NT. — Músculos de la piena cc cc rs na 1. Región anterior . e, vês e ASR E, ratÃO 19 Tibialantérior sumos por pd Es o 1149 2.º Extensor común de los dedos Cor : E ng 3.º Extensor propio del potes Em a fa ie uy 4º Peroneo anterior. . Ss ER E a MD ro 2. Región externa É ES ge ' 1154 1.º Peroneo lateral largo . RA 1 À . 1154 =.o Peroneo lateral corto. . LL ny Región posterior . . nro e ndo ese bg a us 1.º Gemelosdela piema. cc É 1159 20 Sólo . . RR n16s 3º Plantar delgado . ER RE MR 4.º Popliteo . . o. He ES & 66 6º Flexor largo común o flexor tibial de los dedos. 0 6 6.º Flexor largo del pulgar o flexor peronco de los dedos . = n8g 7.º “Tibial posterior . Dé vê PERA 4. Correderas y sinoviales de los tendones de las miisculos de la plena. . js &. Aponeurosis de la plena . + cc 77 AntícuLo IV. — Músculos del pic. cc cr BO 1. Región dorsal. . 0. ao E pç e ETR Pedio o extensor corto de los dedos det pie. : = Bo a. Región plantar interna . a z Esta fe 1.º Adnctor del dedo gordo. LL cc 8 2.º Flexor corto del dedo gordo. . |. E dg 0 8 3.º Abductor del dedo gordo . é 4 1184 3. Región plantar externa . o qr NDA APRE RO a qt, 1.º Abductor del dedo pequefo . cc cccccii mn 2.º Flexor corto del dedo pequeio . . : ; 1185 3.º Oponente del dedo pequeio . cc 87 OSTEOLOCIA 1. Idea general del esqueleto EL esqueleto es el conjunto de los huesos. Los estudiantes util an el esqueleto artificial, es decir, aquel cuyas piezas están sostenidas por ligaduras extrafias, mcrá- S Duprat Tic. 1 Esqueleto humano, vista anterior. 1. colurana vertenral. —2, cabeza (cráneo y cars) 3, geronócolx—4, husso hioides.—e, es cm — 6, costlilas. — fcuia 5 essápula ointussn forácico). — 8, meo coxa] Fêlvico). 9, brazo.—9'." aniebazo 9", mano, - 16, iusio. — 10", pirna. — 10”, pls. anchas alas licas gencralmente, y el esqueleto llamado des- articulado, o sea aquel cuyas piezas están entera- mente aisladas unas de otras. 1.º Constitnción del esqueleto. — EL es- quelcto humano se compone csencialmente de uma larga columna, la columna vertebral, situs- da verticalmente en la línea media y formada por una serie de elementos superpuestos y si- milares, las vértebras. Esta columna se ensan- cha en su extremidad superior para formar el cráneo; su extremidad inferior, por cl contra- rio, se adelgaza y afila para formar el sacro y el cóccix, rudimento de la cola de los animales. En la parte anterior e inferior del cráneo se distingue un conglomerado óseo muy com- plejo, la cara, al cual puede aúiadizse a título de anexo cl hueso hioides. De la parte media de la columna vertebral se desprenden lateralmente una scrie regular de arcos óseos, las costillas. Estos arcos, en número de veinticuatro, doce a cada lado, se dirigen hacia delante para venir, en la línea media, a articularse con vira columna, la columna ester- nal o esternón. Las costillas, de consuno con las dos columnas vertebral y esternebral, circunscri- ben un vasto recinto extensamente entretallado, cl iórax. Rodean la parte superior del tórax dos huesos, la clavícula y la escápula: ambos for- man lo que se ha convenido en lamar cintura torácica. Penden de esta cintura lateralmente uma seric de palancas, que se articulan entre sí y cuyo conjunto constituye el miembro su- perior o torácico. Tste miembro superior se compone de tres segmentos, que son, de arriba abajo: 1º, el brazo, que sólo comprende un hucso, el húmero; el antebrazo, formado por dos hucsos, el radio por fuera y el cúbito por dentro; 3.º, lacimano; que comprende à su vez el carpo (con ocho hucsos), el metacarpo (con cinco huesos) y los dedos (con caturce huesos). e Análogumente, de la parte inferior de la columna vertebral se desprenden, en forma de dos piezas óscas, notables por su solidez y dimensiones, los Auesos coxa- les. Articulados entre sí en la línca media anterior, se unen por detrás con el sacro y el cóccix, circunscribiendo así, con estos dos últimos huesos, un nuevo recinto, la ANATOMIA €] TRAI 3 pelvis. Los coxales juntos constituyen cl cinturón pélvico, a cuyos lados se implan tam los micmbros inferiores o pelvianos. El miembro inferior, constituido según cl mismo tipo que cl miembro superior, consta de Lres segmentos, que son, de arriba abajo: 1.º, el muslo, formado por un solo hucso, cl fémur: 2.º, la pierna, que com- prende dos huesos, tibia por dentro y peroné por fuera; 8.º, cl pic, que vfrece a su vez el tarso (con sicte hucsos), el metatarso (con cinco huesos) y los dedos (con ca- torce huesos). Con razón se consideran los cinturones torácico y pélvico como los primeros seg- mentos de los miembros. La anatomia filosófica, por otra parte, ha demostrado desde hace tiempo que las costillas y el esternón no son otra cosa que simples elementos vertcbrales; durante mucho ticmpo los anatomistas, con Cerur y Oxrn, han referido también al tipo de la vérrebra las diferentes piezas óscas que cntran en la formación del crâneo y de la cara. Si esta última aserción pudiera sostenerse (ya veremos lucgo que no cs ast), podríamos dar del esqueleto humano esta sencilla definición: el esque- leto es simplemente uma serie de vértebras superpuestas, que levan a los lulos dos pares de apéndices o miembros. 2: Número de hues a de 206 hucsos, que som s.— E] esqueleto de un adulto cons aquierão dereio, | TORA Columna vertebral. 0 ss 24 — 24 SARRO cats ue eia aid — ' — 1 Celso a pi ide po = ' - 1 Crâneo. . 1. a 4 2 8 Cara . | 6 2 6 14 Hioides E — 1 Es 1 Huesecillos del vído | 3 cs 3 6 Costilas É & ne — 14 2 Esternór b 4 | 1 1 Miembro superior... | 32 - 32 64 Miembro inferior. . . Log = ma o omád oo Ser BB 34 sé 206 En este número no van comprendidos los hnesos supernumerarios del cráneo o huesos wormianos (véase cap. Il), ni los pequefios Auesos sesamoideos del pie y de la mano (véase cap. IV), cuyo número cs cxtremadamente variable. EI número de piezas del esqueleto, que ya sabemos es de 05 em el adulto, puede dismi nuir, y disminuye realmente, en el viejo, por efecto de la soldadura de dos huesos próximos. Por el contrario, este uúmero es más considerable en cl sujeto joven que en adulto, de- bido a que algunos huesos están constituídos primitivamente por muchas piezas distintas; tal sucede con el frontal, que consta primitivamente de dos mitades simétricas, derecha e iz quierda, lo mismo que con cl coxal, que comprende primitivamente ires huesos distintos, ilion, pubis e isquian, etc. 3º Longitud proporcional de las diferentes piezas del esqueleto entre si; reconstitución de la talla. —La observación ha demostrado que a medida que el individuo crece, cada uno de sus huesos crece también en determinadas propor- ciones. De ahí la existencia de relaciones naturales entre la longitud de cada uma de las piezas del esqueleto y lo que podriamos Ilamar la longitud total del cuerpo o ialla. El estudio de estas relaciones permite establecer con la mayor precisión lo proporciones del cuerpo; permite también, mediante una sencilla operación arit- 4 ostroracia Cuadro que indica, con relación a la tala, la longitud de los huesos largos de los miembros HOMBRES cm =— PERONÉ uma FêMUR TALLA uúximo RADIO cúnrro | | 292 1530 245 1,552 agê usTt 302 1.590 306 1,605 309 1,625 915 349 so 428 a16 353 357 43 320 358 362 440 324 303 368 445 3e8 | ass 332 ão 386 | 467 a4o | 415 344 | 388 E 482 3 395 409 «go 3 398 40% 497 3 | 408 ao | 54 são | 408 Es 512 364 43 «20 519 36 Cocticientes medios para toãos los huesos de una longitud inferior a las cifras más bajas de este cuadro: x 4,88 4588 | 39 S | sas gm | 6,65 Coeficientes medios para todos los huesos de una longitud superior a las cifras más altas de este cuadro: X4B7 | 482 | 5:54 | A 4.98 | 6,70 | 6,26 | mética, resolver el problema siguiente, que surge a cada paso, tanto en antropolo- gia como en medicina legal: teniendo a mano algunos huesos o um solo hueso de los miembros, el himero, por ejemplo, de un sujeto desconocido, determinar la talla de éste. A este fin, se han confeccionado cuadros en donde se encuenuan indicadas, comparativamente a la tulla, la longitud de las diferentes partes del esqueleto y la de Jos huesos más importantes de los miembros superior e inferior, cuadros que, como se comprende, permiten reconstituir rápidamente la talla según la longitud de los huezos. En Francia se han utilizado sucesivamente los cuadros de ORFITA, TorINaRD y RoLsr, MANouvRIZR ha reanudado el esmdio de las mediciones efectuadas en Lyon por Rorrzr, considerando que son las que olrecen mayores garantias de exactitud, » después de haber eliminado las causas de error, que hacían incorrectos los cnadros anteriores, ha claborado los cuadros adjuntos. En éstos todas las cifras que ocupa una misma línea horizontal se correspon- ANATOMÍA GENERAL 7 irregular como su forma, encontramos gran núincro de eminencias, cavidades y agujeros. 1º Forma gemeral. — Considerados en su configuración gencral, los huesos se dividen en tres grandes grupos, cuyas denominaciones equivalen a su correspondiente definición: huesos largos, huesos anchos y huesos cortos, a) Huesos largos. — Llâmanse huesos largos aquellos en los que una de las tres dimensiones, la longitud, predomina sobre las otras dos; se encuentran en los miembros. En cada uno de ellos he- mos de considerar: un cuerpo 'y dos extremos. — El cuerpo, llamado tam- biém didjisis, es casi siempre prismá- tica y triangular, y algunas veces irre- gularmente cilíndrico, —Los exire- mos o epifisis, generalmente más vo- luminosos que el cuerpo, presentan una o varias superfícies lisas corres- pondientes a los puntos de su articu- lación con los huesos inmediatos; al- rededor de estas raras articulares exis- ten eminencias o cavidades rugosas para la inserción de ligamentos o de músculos. b) Fluesos anchos o planos — Se llaman hucsos anchos o planos aquellos en los que dos dimensio- nes, longitud y latitud, predominan sobre la tercera y son casi iguales entre sf. Se les encuentra rodeando Jas cavidades que contribuyen a for- mar (crângo, pelvis). Presentan de ordinario dos caras, una côncava y otra convexa, y un número de hor- des que está en relación con su con- Fleré figuración particular; el frontal tic- Las tres formas de huesos. ne tres bordes, el parietal y el oeci- a, huse Jargo (uímero, visa anterioo), cor; 1, au dlá- Red gsísi 2,Sm enífisia superior; 5, q cria pital ticnen cuatro, erc. De estos hor- sa nnsho. tescápula, vista res, unos estân destinados a unirse “2 Me lato. con los huesos inmediatos, y otros prestan inserción a diferentes músculos, y para facilitar esta inserción son gruesos y están crizados de rugosidades. c) Huesos cortos, — Llâmanse huesos cortos aquellos en que sus tres dimensiones, longitud, latitud y grosor, son sensiblemente igualcs. Los encontramos en la columna vertebral, en el carpo y en el tarso, y en general en tadas las regiones que, teniendo que ser muy resistentes, disfrutan de muy variados pero poco extensos movimientos. Los huesos cortos tienen una forma más o menos cúbica, y por consiguiente se dis- tinguen en ellos gran número de facetas, destinadas unas a las axticulaciones y otras a las inserciones de ligamentos y músculos. erlar. => 15, Ame. —€, huemo coro” (ent. 2º Regiones o clementos descriptivos de los huesos. — Cualquiera que sea su forma, se distinguen siempre en los huesos caras, bordes y extremos, lo cual cons- rimye lo que podriamos llamar regiones o elementos descriptivos de los mismos. Cada una de estas regioncs se califica ordinariamente con un adjetivo, interna, ex- terna, anterior, posterior, superior, inferior. según su orientación, es decir, según 8 OSTEOLOGÍA mixe hacia el plano medio, lateral, anterior o posterior, etc, del sujeto colocado es posición vertical. Así, por ejemplo, cl húmero tienc dos extremos, uno superior y otro inferior, y tres caras, que se denominan posterior, interna y externa. En la clavícula estudiamos dos extremos, interno y externo, y dos caras, superior e in- ferior. Ex las descripciones modernas encontramos frecuentemente las palabras proxi- mal y distal para designar las regiones óscas. Estas dos palabras, que tienden a in troducirse cada dia más en Ja nomenclatura anatómica, sc aplican siempre a dos zegiones opuestas de una misma pieza ósea: llâmase proximal, tanto si se trata de un extremo como de un borde o de una cara, a lu región que está más próxima al plano medio, y distal a la que se halla más alejada del mismo. Así, por ejemplo, las costillas tienen dos extremos: posterior o proximal, y anterior o distal. Cuando se tata de los huesos de los miembros, la palabra proximal se aplica a la parte que corresponde a la raíz del micmbro, y la de distal, u la parte opuesta, o sea a la que corresponde al extremo libre. Así, respecto del fémur, el exiremo superior es cl proximal y el inferior el distal, Para los metatatsianos, exuemo pro ximal es el que se articnla con los huesos del tarso, y el distal, el que se articula con las falunges. 3.º Eminencias de los huesos o apófisis, — Se designan con este nombre las partes de los huesos, cualguicra que sea su forma, que sobresaleu eu la superhcie de los mismos. Se dividen en articulares y no articulares. a) Eminencias articulares. — Las eminencias articulares, como su nombre indi- ca, correspanden a las articulaciones. Como veremos más adelaute (véase ÁRTROLO- Gta), difieren considezablemente según correspondan a articulaciones movibles o a ar- ticulaciones fijas. b) Eminencias no articulares. — Las eminencias no articulares sc distingucn, se- gún su forma, en eminencias propiamente dichas, protuberancias o tuberosidades, emi- nencias mamilares, espinos, iíneas, crestos, etc, denominaciones suficientemente ex- presivas de por sí para hacer innecesuria toda definición, Estas eminencias son ge neralmente rugosas, y en su mayorfa estên destinadas a prestar inscreión a ligamen- tos o a músculo: En la morfologia gencral es, por decirlo así, ley cl que cada prominencia de inserción tenga um, desarrollo proporcional a los órganos que en ella se implantan; por esto vemos que las eminencias no articulares adquieren mayor desarrollo em Jos sujetos vigorosos que en los do débil musculatura, y som más pronunciadas en el hombre que en la mujer, y en el obrero, que exige 2 sus músculos un trabajo in- cesante y enérgico, que en el hombre de bufete, condenado por razón de sus ocupa- ciones a una vida sedentaria, En cuanto a les denouinacicues que han recibido las eminencias óseas, son tan nu- merosas como caprichosas y hasta extravagantes (apofisis coracoides, coronoides, unciformes). Temos de convenir, con CRuvEILHER, cn que en ningún punto como en éste se ha levado tan lejos la imaginación en el lenguaje anatómico. Por caprichosa que sea, hemos de aceptar tal nomenclatura, puesto que está consagrada por el uso secular, y sin duda resistirá todas las tentativas que pucdan hacerse para substituisla por denominaciones inás científicas 4º Cavidades de los huesos. — las cavidades de los hucsos se dividen, como las cminencias, en dos grupos distintos: cavidades articulares y cavidades no arti- culares. a) Cavidades articulares. Las cavidades articulares se oponen a las eminencias del mismo nombre, y están de ordinario dispuestas para corresponderse exactamen- te en toda su extensión, Al cstudiar las articulaciones veremos que estas cavidades son muy variables tanto en su forma y extensión como en su grado de excavación, ctc ANATOMIA GENERAL 9 Db) Cavidades no articulares, — Las cavidades no articulares tienen una morfo- logia muy variable; pero no insistiremos ahora sobre este particular, ya que mãs ade- lante hemos de estudiar cada una de cllas en concreto con los hucsos a que pertene- ceu. Consideradas únicamente desde cl punto de vista de su uso, podemos dividirlas en res clases: 1.º, cavidades de inserción; 2, cavidades de recepeión, y 3º, cavidades de ampliación. a) Las cavidades de inserción sisven de asidero unas veces a ligamentos y otras a múscu- los, La cavidad digital del trocânter mayor nos proporciona uno de los más típicos ejemplos. 6) Entre las cavidades de recepeion, unas dan alojamiento a tencdones, arterias, nervios, y entonces ofrecen la forma de canales o de surcos más o menos profundos y más o menos prolongados, Otras alojan órganos más voluminosos, como el cerebelo, los diferentes lóbulos cerebrales, el globo del ojo, y se desiguan ordinariamente con cl nombre de josas (tosa occipi- tal, fosa frontal, fosa orbitaria). Es de notar que el hmeso así ahuecado o excavado, se amolda exactamente, en la mayoria de los casos, sobre el órgano que recibe, como si éste hubiese im- preso su forma en la superficie ósea, de donde deriva el nombre de cavidades de impresón que se da a veces a las cavidades de recepción ) Por último, designamos con el nombre de cavidades de ampliaciên a todas las aque- dades, más o menos antractuoses, que, denominadas así mismo seros (senos maxilares, scnos frontales) o ccidillas (celdillas etmoidales), están diseminadas alrededor de las fosas masales y comunican con estas últimas cavidades por medio de aberturas más o menos estrechas. Tam- bién la caja del timpano tiene sus cavidades de ampliación, las celdes mastoideas. 5º Agnjeros y conduetos de los huesos. Dos órdenes de agujeros o conduc- tos se abren en la superficie de los hucsos: unos son conductos de transmisión, y dan paso a vasos y nexvios que se limitan a atravesar los huesos sin detenerse en ellos; otros, conductos mutricios, dum paso a los vasos que proporcionan a los hucsos sus principios nutritivos. a) Agujeros y conductos de transmisión.- Los agujeros y conducios de tans- misión son unas veces grandes, como el agujero occipital, en el que sc aloja el bul- bo raquídeo, el conducio carotídeo, recorrido por la carótida interna; y otras ve- ces son muy pequeiios, como el agujero redondo menor, atravesado por la arteria meníngea media, cl conducto de Jacobson, que da paso al filete nervioso del mismo nombre. Muchos agujeros y conductos, por razón de su forma, toman los nombres de hictus (hiato de Falopio), hendidura (hendidura csfenoidal), cisura (cisura de Gla- ser). También se encuentran en la base del crâneo agujeros rasgados, así amados por- que su contorno tiene una forma muy irregular. b) Agujtros y conducios nutricios. — Los agujeros y conductos nutricios sc di- viden en cuarro órdenes, según sus dimensioncs. — Los agujeros de primer orden son los mayores y se hallan exclusivamente en la diáfisis de los huesos largos y en al- gunos hucsos anchos. Casi siempre son oblicuos y dau paso a la arteria muricia, acom- pafiada a veces de mn filere nervioso. — Los agujeros de segundo orden se encuentran en las epifois de los huesos largos, en los bordes de los anchos y es las caras no articulares de los cortos. Su número cs considerable: BicHar contó so en cl calcá- neo, so en el cuerpo de una vértebra dorsal y 140 en la extremidad interior del fêmur. Sirven principalmente para dar paso a las venas.- Los agujeros de tercer ordem, mucho más pequeios que los anteriores, aparecen indistintamente en toda la superficie del hmeso que reviste el periostio. Se cucntan, por término medio, de 40 4 go por milímetro cuadrado y constituyen el punto de origen de um sistema de conductos que estudiaremos más adclante, al hablar de la estructura de los hucsos, con el nombre de conductos de Havers.. -Los agujeros de euarto orden son a la vcz mucho más pequeãos y mumcrosos que los de tercer orden, y representan los orifícios exteriores de los conductillos óseos, los cuales, por el otro extremo abocan en los osteoplastos. 12 osTEOL OGIA res en el fémur y en los dos huesos del antebrazo (cruzados por arterias oblicua- mente ascedentes) y descendentes en el húmero y en los dos huesos de la pica (cruzados por arterias oblicuamente descendentes), lo que equivale, a decir, repi- riendo la enunciada fórmula anterior, que se dirigen hacia el codo y se apartan de ta redilla 6º Periostio. — La conformacióu exterior del hucso que acabamos de dar se aplica tanto al hueso fresco como al seco. EL primero poste, además, clementos que desaparecen con bastante rapidez después de la muerte y nunca existen en los buesos del esqueleto preparado. Estos elementos son los cartilagos articulares y el periostio. Los primeros se descrihirân más adelante (véase Libro II, AgrROLO- ca). El periostio (de «spt, alrededor, y aorenv, hueso) es una membrana fibrosa dis puesta à manera de envoltura en las diferentes piezas del esqueleto, Durante el pe- riodo de osificación, como veremos más adelante, el periostio toma gran parre en la elaboración de las piezas óscas. Más tarde, cuando estas piezas han alcanzado su com- pleto desarrollo, les proporciona sus vasos y con ellos los materiales necesarios para su nutriciôn. De este modo cl periostio resulta ser la membrana nutricia de los huesos, a) Caracteres físicos. El periostio tiene color blanguccino, con un ligero tin- te amarillento en los sujetos que presentan cicrto grado de gordura. Su grosor, muy variable, cs generalmente proporcional a las dimensiones del hue- so, de modo que es menos grueso en los huesos cortos que cu los anchos, y menos en éstos que en los largos de las extremidades, En estos últimos el periostio es más delgado en la diáfisis (nn milímetro aproximadamente) que en las cpifisis (de uno à tres milímetros). El periostio de mayor grosor es el que reviste en su cara exocraneal la apó fisis basilar del occipiral, y el más delgado, el que tapiza interiormente las cavidades que forman los huesos de la cara. b) Dispsición general, — Considerado en su disposición general, el periostio es una membrana conrinna, que envuelve en casi toda su extensión la superficie exte- rior de los huesos. Decimos em casi toda su extensidn, porque falta a nivel de los tendones y de los ligamentos, toda vez que los fascículos conjuntivos de estos ten- dones y ligamentos se insertan directamente en cl hucso y hasta penetran en parte en su espesor en forma de fibras de Scharpey. Falta también en Jas partes que reviste cl cartílago articular; al alcanzar este cartílago articular, se confunde con la cápsula fibrosa de la articulación », por intermedio de esta última, se continha con el pe- riostio que cubre el hueso o los huesos inmedictos. c) Reluciones, — Desde el punto de vista de sus relaciones hemos de considerar en el peri ostio dos caras, externa e interna, Cúra externa. — Por su cara exrerna el periostio está en relación con los más diversos érganos, múscnlos, tendones, vasos arteriales y venosos, glándulas (la glán- dula submaxilar, por ejemplo, está en contacto con cl periostio de la cara interna del maxilar), mucosas, etc. Una capa de tejido celular, en unos puntos más o menos laxa y en otros extremadamente tupida, separa la membrana perióstica de estas diferentes formaciones. En ciertas mucosas esta capa celular intermedia sc halla tan apretuja- da que casi podría decirse que no existe, y en este caso, periostio y mucosa están tan intimamente unidos entre sí, que forman, digâmoslo así, una sola membrana, una fibromucosa. Tal es la disposición que sc encuentra en las fosas nasales, en la bóveda palatina, en la caja del rimpano, etc 8) Cara interna. —La cara interna del periostio descansa inmediatamente sobre el hueso, al cual está más o menos íntimamente adherida. De ordinarin esta ad- hercncia es tanto más pronunciada cuanto más desigual es la superficie ósea; por AaroMia CrmunAL 13 esto el despegamiento del periostio es más fácil en los huesos planos que en Jos cortos, y umuás em la diáfisis de los huesos laxgos que en sus epítisis, La adherencia del periostio al hueso subyacente es debida en parie a los vasos, siempre muy nu- merosos, que del periostio van al hucso. Pero es debida también y principalmente la presencia de aquellos fascículos conjuntivos, indicados más arriba, que, con el nombre de fibras de Sharpey, surgen de la parte profunda de la membrana fibrosa perióstica para penetrar más 0 menos profundamente en la substancia ósea. Tlemos de afiadir que esta adherencia del periostio varta con la edad; gencralmente es tan- to mayor cuanto más edad tiene dl sujcto. Como veremos más adelante, cl perios- ro desempeiia um papel importan- e en el crecimicnto en grosor de los huesos. d) Vasos y mervius del peri tia. —EI periostio posee uma vasen larización muy rica, disposición aua- tómica que está en relación con sus funciones de membrana nutricia del hueso. o) Las arterias, cxtremadamen- te numerosas, provienen de las ra- mas arteriales vecinas. Penetrau cn el periosrio por los diferentes pun- tos de su cara exterior y se rami fican en su espesor, prelereutemen- por su capa externa, para for- mar una red de mallas muy apre- tadas y de forma poligonal. De esta red proceden los innumerables ra- mos y ramificaciones destinados al hueso (véasc más adelante Vasos ) nervios de los Imesos). 8) Las venas del periostio son mucho mis abundantes que las arterias, y iam- bin más voluminosas, De ordinário dos vasos venosos acomparian a los principales remos arteriales; pero, después de tres o cuatro divisiones, arterias y venas se inde- pendizan (Sarvey). 7) Los linfáticos (fg. 4, 1) fueron descritos por primera vez en 1887 pur BLpor. Forman una red de anchas mallas, compuesta de muchas capas, que se entrecruzan sularnento con las mallas de la red sanguínea. Los cortes transversales del pe- riostio demnestran que los vasos linfáticos son principalmente abundantes en la capa extema de la membrana fibrosa, encontrândose muchos menos en la capa interna. Por parte del hueso, los linfáticos del periostio entran en zelacióu con las vainas peri vasculares de os conductos de Iavers (véanse lus Tratados de Tlistotogia). Por el lado opuesto, Buck ha podido seguirlos cn los troncos: colectores que corrén por la cara exterior del periostio. 8) Los nervios del periosrio son todavia poco conocidos, pero su existencia no es dudosa y todos los anatomistas insisten en cl número considerable de filetes ner- viosos que penerran en esta membrana, De estos filetes, unos son primitivamente in- dependientes; otros, que acomparan primero a las arterias, se separan pronto de ellas para formar en Jas capas superficiales del perístio, en el punto en donde se encuentran preferentemente los vasos sanguíneos y linfáticos, una red de mallas irre- gulaves. Inmumerables ramificaciones que parten de esta red se adosan cn su mayor parte a las arreriolas para penetrar con ellas en el espesor del hucso; los demás si guen en el periostio, pero no está todavia bien dilucidado su modo de terminación, Paxstwr seiialó la existencia de corpúsculos de Pacini en el periostio de las aves. Fre. 4 Red linfáxica de la capa superficial del periostio. (Segin Buner.; 2d asus inguidã 2 9, 2 2 vasos venosas, 14 asTEOT OGIA 3. Conformación interior y arquitectura de los huesos Vistos en corte y en estado fresco los huesos Lieneu un Linte unas veces rojizo, otras amarillento o grisáceo, debido a la presencia, cn su espesor, de una substancia blanda y diversamente colorada (véase más adelante), de- nominada medula, Esta substancia está contenida en ca- vidades de tamafio muy diversos que circunscriben lá- minas de substancia dura, Ja substancia dsea o tejido seo propiamente dicho. 1º Diferentes variedades de tejido óseo. -- La substancia ósca propiamente dicha es de color blanque- cino y consistencia lefosa, y se presenta, según los pun- ros en que sc examina, bujo tres aspectos diferentes, for- mando así tres variedades, que son: tejido compacto, sejido esponjoso y tejido reticular, =) FI tejido compacto (fig. 5, 3) está formado por laminillas óscas, inmediatamente aplicadas unas contra otras sin cavidades intermedias. 8) El tejido esponjoso (fg. 5, 1), formado también por laminillas de diferentes orientaciones que cntran únicamento en contacto con ciertos puntos, por lo cual dejan entre sf un sistema de pequeiias cavidades en las que se acumula la medula ósea. En este estado de or- ganización el tejido óseo aparece interiormente hueco à manera de una esponja; de ahí su denominación de te- ido esponjoso. 7) Por último, cl tejido reticular o arcolar (figu- ra 5 2) no es más que una variedad del tejido espon- joso, cu la cual los tabiques óseos están más espaciados » por contiguiente, son más grandes las cavidades in- termedias. Estas tres varicdades de aspecio que presenta el te jido óseo, compacto, esponjoso y areolar, resultan sim- plemente de una disposición arquitectónica diferente de la substancia ósca, La estructura íntima del tejido, como muestra la histologta, es cn todos los casos la inisma. Veamos ahora cómo se distribuyen las diferentes varie- dades del tejido ósco eu cada uno de los tres grupos de huesos, largos, anchos y cortos. Corte longitndinal de la tibia. zo Conformación interior y arquitectura! de los hmesos largos. — Como ya sabemos, los huesos largos constam cada uno de una parte media, llamada cuerpo o diáfisis, y de dos extremos más o menos engrosados, Ta- mados epifisis, Para formarse una idea exacta del mado de constitución de cada uno de estos segmentos del hue- so, basta practicar em éste un corte longitudinal que pase por su eje (fg. 5). = Epif isis aparecen formadas casi exclusivamente por tejido es- ponjoso. Unicamente en la periferia, es decir, en la parte que confina con la su- perficie exterior del hueso, el tejido esponjoso epifisario está cubierto por una del- gada capa de tojido compacto. Esta cáscara periférica de tejido compacto falta, tan- 1, eofsis (tejido esporjosol. — (tejido reticniar) et ANATOMÍA GENERAL 17 hinchan a trechos, formando conductos irregulares, de trayecto sinuoso y con pare- des más o menos abolladas. La mayorta de ellos penciran en el hueso y var a anas- vomosarse con los vasos periósticos Así dilatados, estos vasos han sido confundidos con venas, siendo asi que, por su estructura, pertenecen ai srupo de los capilarcs verduderos, Para reunir y conciliar las dos opiniones (son capilares intermedios entre los ordinarios y las primeras ve- nillas), se les designa ordinariamente con el nombre de capilares venosos. Miden por término medio 160 p de diâmemo y forman en qu conjunto una red tupida cuyas iuallas mideo de 200 a 300 je. En la periferia de la medula terminan por asas que Ilegan à ponerse en contacto con la superficie ósta (MORAT) y se continúas z veces con los tronquitos venosos que contienen los anchos condnctos de Havers No se liun encontrado en la medula ósca vasos linfáticos verdaderos, Ta linta circula por cila según una forma que aún ignoramos. Los mervios de la medula ósea, sefialados ya desde hace mucho tcmpo por Gros y Kôrrrrer, fueron estudiados nuevamente por Réxv, Vartor y OTIOLENCHI Proceden en su mayoría del tronguito nervioso que pencira em el agujero nutricio junto con la arteria mutricia; los oíros, mucho menos numerosos, se originan de la red porióstica. Licgados a la medula, los ramos nerviosos siguen gencralmente la dirección de los vasos sanguíneos y, como estos últimos, sc dividen y subdividen en filetes cada vez más tenues. Un capilar de 20 p sólo posee uno; un vaso de 40 p ticne dos, siguiendo uisladamente alrededor de él un trayecto más o menos espiroideo; los vasos más voluminosos poscen mayor número. Cada uno de ellos contiene dos ór- denes de fibras: Gbras de mielina, que miden de 4 a 7 «, y fibras de Remak, que miden de 2 a 3 « únicamente. Su mudo de Lerminación no está todavia claramen- te dilucidado. c) Trabéculas úseas, — En todos los huesos largos. lo mismo eu la diáfisis que en las epífisis, las irabéculas óseas no están dipucstas de modo arbitrario, sino que siguen, por el contrario, una modalidad que siempre es la misma en cl mismo hucso, Esta disposición sistemútica de las uabéculas óseas, sobre la cual MevER y Junio WoLrr lamaron ya hace mucho tiempo la atención, está constantemente en relación con la función del hueso, o, dicho en otros términos, con Ja función que al hueso le corresponde en la estáxi A propósito de esto puede establecerse en principio que las trabéculas siguen siempre la misma dirección que las fuerzas que han de soportar, lo que ha hecho decir a fuLio WoLrr que el Aueso normal tiene una estructura determinada por su funciên. Al hablar de la arguitecmmra de ciertos huesos volveremos a insistir sobre este punto. 3º Conformaciôn interior y arquitectura de los hmesos planos. — Los huesos planos o anchos se componen esencialmente de dus lâminas de tejido compacio que ocupan las dos caras opuestas del hueso y encierran entre sf una capa más o menos grucsa de tejido esponjoso, A nivel de lus bordes del hueso, las dos láminas de tejido compacto se fusionas reciprocamente: entre af, de modo que el tejido csponjoso re- sulta cublerro por sodos lados por una capa continua de rejido compacto. En los hucsos planos de la bóveda craneal las dos lâminas de tejido compacto toman el nom bre de tablas y se distingucn cn tebla intema o endocruntal (la que está en relación con los centros nerviosos) y tabla externa o exocrancal (la que corresponde a las parres blandas situadas alrededor del crnec). El tejido esponjoso comprendido entre las dos lâminas se lama diplos. EI tejido esporjoso de los huesos planos generalmente tiene su máximo espesor «ca de los bordes. Desde este punto sc atenia gradualmente hacia el centro, donde, eces, Nega a desaparecer por completo. En este último caso, las dos tablas de te- sido compacto se fusionan en la parte central del hueso, formando una lâmina única fic 18 OSTEOLOGIA que, en ciertos huesos, es delgada y hasta transparente; tal disposición se encuentra en el centro de la escápula y en la parte media de la fosa iliaca. En ciertos puntos del tejido esponjoso de los hucsos planos se ven anchos con- guctos, de contornos irregulares y más o menos sinuosos, que van constantemente a abrirse en una u otra de sus dos caras: son conductos venosos, Ilenos cn estado fres- co por venas de sus mismas dimensiones, las cuales conducen al torrente circulatorio general la sangre venosa de los huesos. Estos conductos venosos tienen su máximo desarrollo en los huesos del cráneo. Su pared, formada por una delgada hoja de tejido compacto, está acribi- llada de pequeiios orifícios, a tra vés de los cuales pasan las venas y venillas tribntarias del conduc- to venoso principal. Fio. 7 4º Conformación interior Corte de un hneso plano de la boveda crencal. y arquitectura de los huesos do GPotRção exrertar q exocreneal, —— 2, supertcio Intezior o endo- cortos. — En sn conformación joso Satrioé, team “ e o interior, los huesos coxtos tienen Ja mayor analogia con las cpffi- sis de los huesos largos. Como estas últimas, se componen de una masa central de tejido esponjoso, cuhierra en toda su extensión, excepto las superfícies articulares, por una delgada cáscara de tejido compacto, Los hnesos cortus tienen lo mis- mo que los planos, conductos veno- sos a menudo muy desarrollados. Constituyen un ejemplo muy eviden- te de esta disposición, como luego ve- remos, los cnerpos vertebrales. A primera vista, las trabéculas óseas que constituyen la porción es. ponjosa de los huesos cortos parecen ser irregulares y estar dispuestas des- ordenadamente, Pero si se cxaminan atentamente en cortes bien hechos, se observa que no sucede así, sino que, Contiguración interna de los huesos planos. por cl contrario, esas trabéculas cstán PSSÍsal, — 8, ansipital. — 3, qutuco aoelatiorartetot — — diSpIeStaS, como em los huesos lar- ion dote. ea dava fon Cos bio, 7, gos, siguiendo um orden particular constante para el mismo hueso. Así es que en el astrágalo (fg. 10, 5) vemos que las trabéculas óscas se dividen en dos grupos: unas se dirigen oblicuamento ha- cia abajo y adelante, y las otras coren ublicuamente hacia abajo y atrás, En el cal- câneo vemos, ast mismo, las fibras anteriores dirigirse oblicuamente hacia abajo y adelante, y las posteriores orientarse oblicuamente hacia abajo y atrás, etc, Semejanic sistematización de las trabéculas óseas en los huesos cortos está determinada por Ja función del hueso cn la Iocomoción, pues las trabéculas óscas siguen siempre Ja mis. ma dirección que las fuerzas que han de soportar. Para el esqueleto, como para los otros sistemas anatómicos, resulta sicmpre cierto el artiguo adagio: la función crea el órgano. De este modo su resistencia resulta mucho mayor. Al hablar de los huesos del pie rendremos neasión de volver sobre este parrienlar. ancal. ANATOMIA GENERAL 19 Estructura del tejido óseo Sólo indicaremos aqui los conocimientos esenciales para comprender la osilica- ción y el crecimiento óseo, remitiendo para un estudio más profundo a los tratados de Histologia. El tejido ósco se compone de células óseas y de una substancia fundamental. a) Células óscas. — Tas células óseas u osteoblastos están contenidas cn unida- s o lagunas óseas, cuyas prolongaciones canaliculares contienen las prolongacio- ui) pu AN 2. 1, cartiaga art am” espomjoso y m que forma 1a aréuias. + à, feria del fuesó. nes de la célula ósca. Estos clementos sólo son visibles al microscopio y con gran aumento. b) Substância jundementa!. — La substancia fundamental, además de los | a : : a E dE RO Sd arte esquemático que representa a la vez la corpúsculos Óseos que presenta, está ex — qcccign de las trabémnias del rejido espon- cavada por conducras denominados cs. jaso y la de las fuerzas componentes en ciertos pacios medulares o vasculares; contie hnesos en contacto (según MEvER). nen un tejido conjuntivo especial, la Sa ESTES, infeior o 1 gntn vita insere. &, meo medula de los huesos, Estas cavidades (ia srênto DE dio Elpoita las Pretonea mes aóoles, no existem en los huesos muy delgados (unguis, lâmina papirácea del etmoides). De estos espacios medulares, unos tienen forma de conducros regulares, estrechos, cilindricos y aparecem unidos unos a los otros: los conductos de Havers; otras son más anchos, de forma irregular y cortos: los espacios medulares propiamente dichos. Los primeros, o conducios de Havezs, se encuentran en la substancia óseo compacta; los otros son característicos del tejido cs- ponjoso o arcolar. Ep general un mismo hueso tiene ambas estructuras; las epífisis pertenecen al rejido esponjoso, las diáfsis al tejido compacto, Las paredes de los condnctos de Tavers están constituidas por luminillas óscas encajadas concêntricanente, cuyo conjunto constiruye los sistemas de Tavers. Cada uno de estos sistemas rienc por eje un conducto de Havers. Los intervalos compren- Gidos entre los sistemas de Havers primitivas están ocupados por sistemas de Havers intermedios, En la diáfisis de los huesos largos de la región periférica del tejido ósco no posee sistema haversiano. Está constituida por lâminas de hueso superpuestas formando un estuche exrerno (sistema fundumental externo). Así acontece también en la por- ciôn interna de la diáfisis que limita el conducto medular que debemos considerar 22 OSTEOLOGÍA Es de notar que estas dos ramas son designales en volumen y que Ja principal es siempre la que continúa la dirección del agujero nutricio, el cual, como sc recordará, es acusadamente oblicuo, de mudo que aquélla es descendente en cl húmero, ascenden- te en el fémur, etc. La situación de la rama de bifurcación principal depende de la oblicuidad misma del agujero mutrício, y podemos indicar esta sitnación por la pro- posición siguiente, reprodneción de la ya anteriormente Formulada al hablar de la di- rección de los agujeros nutricios de los hnesos largos: en los tres huesos largos del micmbro superior, la rama de bifurcación principal de la arleria nutricia se dirige hacia el codo; en lor tres huesos largos del miembro inferior, se ale- ja de la rodilla. En cl curso de su irayecto las dos divisio- nes de la arteria nutricia suministran: 1.º, 1a- mos internos o medulares, que terminan en la medula siguicndo una modalidad que ya he- mos indicado; 2.º, ramos externos u óseos, que, huyendo de la medula, penetran en la pared ósca del conducto medular y se distribuyen en la porción de la diáfisis que rodea à este con- ducto. Estos últimos ramos corren por el inte- «ior de los conductos de Haveis y se anastomo- san extensamente, en Loda la altura de la diá- fisis, con las ramificaciones arteriales proceden- tes del periostio. Por último, las dos ramas de bifurcación de la arteria mutricia, Wegadas al final de su trayecto, o sea cada una a su cpffisis respectiva, se anastomosan igualmente con la red arterial que esta cpífisis recibe del periostio. b) Arterias periósticas de la didfisis—Las arterius periósticas destinadas a la diáfisis (f- gura 13, 8) nacen, como su nombre indica, de Ja red perióstica. Estas arterias, a la vez muy finas y exiremadamente numerosas, penetran en la diáfisis a lo largo de los agujeros de ter- cer orden y discurren como simples capilares por los conductos de Havers. Como acabamos de decir, se amastomosan cerca del conducto medular, con las ramificaciones externas de la Fic. 18 arteria nutricia. ; Esquema que representa, en un corte) c) Arterias periósticas de las epifisis—Las sagital de la tibia, la rena arterial” arterias de las epífisis (fig. 19, 4 y 7) provienen Menos Bicos aiços también, en parte al menos, de la lâmina pe- À, Ubia, co: 1, su exiremo superior; 1º, su st e-tecúlire: Rd tao emino Sun e rióstica que las recubre, Foston 8, “aréenia ui E ádo Gola 3 Cttagiai PET Range É Pero, además de estas arteriolas, que na ras Periósticas Ualsatas 7, 7º, arterihs im à OSLICA NIE 4 riósticas epifsarias. cen realmente de la pared periústica y sc intro. ducen, como las precedentes, en los orifícios de tercer orden, se encuentran constantemente cicrto número de arterias, mucho inás voluminosas, que no hacen más que atravesar el periostio, y, sin ramificarse en él, penerran en la epífisis por los agujeros de segundo orden. Unas y otras terminan en el interior de la epífisis, en parte cn las trabéculas óseas que circunscriben las aréolas y en parte en la medula que llena estas aréolas. ANATOMIA GENERAL 23 La red axterial de la epífisis está en cl adulto en amplia comunicación (no su- cede lo mismo en las primeras edades de la vida, en tanto persiste el cartilago de conjunción), por una parte, con la red del conducto medular, y por otra, con la red que forman las periósticas diafisarias. Las tres redes que poseen los huesos largos, red de la medula, red de la epifisis y red de la diáfísis, se anastomosan, pues, entre sí y por esto resultam reciprocamente <olidarias. Afortunada disposición que, como se comprende, asegura la nutrición del hueso en el caso de que una o muchas ramas de una cualquicra de esas tres redes oblitere. B. ARTERIAS DE LOS HUXSUS ANCIIOS. — Los huesos anchos, tales como cl omó- plato, el coxal y los huesos de la caja crancal, no ticneu generalmente más que dos clases de arterias: unas, superficiales o periósticas, que naccn de la zed del periostio y. penetrando en los agujeros de tercer orden, se distribnyen principalmente por Ja capa periférica de tejido compacto; las otras, profundas, verdaderas arterias nutri- cias, atravicsan los agujeros nutrícios del hueso para llegar al tejido esponjoso y ter- minan en é), después de sucesivas divisiones, en parte en las trabéculas óseas y en parte en la medula que contienen las aréolas. Aqui también las dos redes, superficial » profunda, están en íntima comunicación por numerosas anastomosis. C. ANIERIAS DE LOS HUESOS corTOS. — Por último, en los huiesos cortas no en- contramas más que un solo orden de arterias. Son ramos, muy variables en número, pero siempre extremadamente finos, que sc desprenden de Ja cara profunda del pe- riostio y desuparecen iniroduciêndose en los numerosos orifícios que presentan las caras no articulares del hueso. Se distribuyen à la vez por la masa central del tejido esponjoso y por la capa periférica del tejido compacto. Si exceptuamos las arterias nutricias y algunas artorias periósticas, provistas de tres túni- cas, todos los vasos del tejido ósco pertenecen a la categoría morfológica de capilares y, por consiguiente, están reducidos a una capa endotelial. Estos capilares, situados dentro de los conductos de Havers, farman redes cuya contigura- cién sigue Ja que le ofrece cl conjunto de los conductos. En los huesos largos, las mallas de esta red se prolongan paralelamente en Ia direrción del hueso; las anastomosis son trans- versales o más o menos oblicnas. Fm los huesos planos y en la capa periférica de los huesos cortos, las malas vasculares son generalmente paralelas a su superfície. En cuanto à les relaciones de los vasos con la pared del conducto de Havers que los cou- tiene, varian mucho según la edad del sujeto. En los jóvenes, en que el tejido óseo está en vias de desarrollo, el vaso está separado de la pared ósea por un intervalo mãs o menos considerable, ocupado por medula embrionaria. En el adulto, por el contrario, terminada ya ta ositicación, Tas dos paredes vascular y ósea están, por decirlo así, en contacto, y no existe entre ambas ninguna substancia interpuesta, como no sea uno o dos filetes nerviosos, una vaina linfática, completa o incompleta, y à veces, en sujetos viejos, algunas células adiposas. Como hicimos a propósito de las arterias, estudiaremos separada- mente las venas en los huesos largos, anchos y cortos. A. VENAS DE LOS HUESOS LARGOS. — Tas investigaciones de Sarrey han demos- trado que las venas siguen un trayecto independiente y sólo de un modo incidental acompaíian a las arterias. Aparte las dos venillas que acompaíian generalmente a la arteria nutricia, la casi tolalidad de las venas de los huesos, cualquiera que sea su origen, se dixigen bacia las epifisis y salen fuera del hueso por los orifícios, numerosas y anchos (orifícios de segundo orden), de que están acribilladas éstas eu toda su peri- feria. Estas venas rienen un calibre considerable, muy superior en cada hueso de las arterias correspondientes. 24 ostrorasia B. VENAS DE LOS HUESOS s.— En los huesos anchos, la cixculación venosa es lambién indcpendiente de la arterial, La mayorta de las venillas interóseas des- embocan en condnctos colectores (conductos venosos de los huesos), que siguen den- tro del tejido esponjoso un trayecio más o menos sinnoso, Como hace observar Sarrry, las paredes de estos conductos estân interrumpidas a trechos por estrangu- laciones circulares, s parciales e irregularidades múltiples que parecen válvu- las. Los conductos venosos salen del hueso por una u otra de sus dos curas y descubocan en seguida en una vona próxima €. VENAS DE LOS INUESOS CORTOS, — En los hucsos cortos, la disposición de las venas recuerda exactamen- re la que se observa en las epífisis de los huesos largos. Estân generalmente muy desarzolladas, y en ciertos hue- sos, como los cuerpos vertebrales, forman un sistema de conductos (véase ANGIOLOGÍA) que contrastan por sus giandes dimensiones con la relativa pequeficz de los hue- sas que los contienen. Tic. 14 3º Tinfáticos. —El modo como circula la linfa Esquema que representa, según dentro del te n todavia cn cs Bupor, las vias liníáticas del rudio, Parece averiguado que no existen verdaderos con- cjido ósco, cen E a tenido dica: duetos linfáticos ni en el tejido compacto ni en el te- à, conducio de Tave:s, ou 2, su ca sido esponjos pras central. — 3, 3º, osteobastos cou jido esponjoso. ans células dscas, vies lintáticas E Jos eonineniioa dono. Sumerzorr, Ravvir, Sciwarme y Buncu han seiiulado la existencia, dentro de los conductos de Havers, de vainas pe- rivasculares con revestimiento endotelial mis o menos continuo, los cuales aqui, como en los denis puntos en donde se las encuentra, deben ser consideradas como vias lintáticas (fig. 14) Estas vainas, completas o incompletas, envuelven totalmente el vaso a manera de manguito, o bien ocupan tan sólo una parte de su contorno, Bunge, mediante inyecciones colorantes en el periostio, ha conseguido, eu algunos afortunados experimentos, tenir a la vez los vasos lin- fáticos de la membrana nutricia, las vainas perivasculares, los conductillos úseos y hasta las mismas células óscas, 4º Nerrios. .Gros, en 1846, fue el primero que describió, en el buey y en cl caballo, filetes nerviosos que se dirigen hacia el agujero nurrício del lémur y pe- metran en él con la artéria mutricia. Fstos nervios óseos fueron descritos de nuevo por KeLuner y por Rémy y Varior. Ademis de estos nervios que se introducen en el agujero mutricio (nervio del agujero nutrício). y se distribuyen más especialmente por la medula (vease Nervios de la medula), Karine describe también cn los huesos largos otros dos grupos de filetes nerviosos: unos, notables por su finura, se desprenden del periostio epifisario y se introducen en la substancia esponjosa de la epífisis junto con los vasos (nervios epijisarios); otros, más delgados todavia, pencrran, siguiendo siempre los vasos, en la substancia compacta de la diáfisis (nerwos diafisarios), y «se distribuyen sin duda por ella, afade Keira, aunque no los haya encontrado nunca en la porción cen- tral de esta substancia», ) Por lo que concierne a los huesos planos y cortos, Kerrixer vio penetrar mumerosos liletes nerviosos en el hueso coxal, el omóplato, cl esternón, los hucsos planos del cránco, los cuerpos vertebrales, el astrágalo, el calcâneo, el escafoides, etc, “Todos los huesos, cualesquiera que sean su forma y volumen, tienen, por tanto, nervios: pero el trayecto intraóseo de estos nervios no está todavia claramente dilucidado (ya hemos visto más arriba que algunos filetes nerviosos se adosan a los capilares contenidos eu los com- ANATOMÍA GENFRAT. 27 influencia de factores todavía no bien conocidos, tal vez gracias a la fosfalasa des- cita por Roisox, el equilibrio sangre-calcio se rompe y las sales minerales fran- quean las paredes capilares, se mezclan con la linfa intersticial y van a unirse la oscina, Del estado de disolución van a pasar al estado sólido, Este endure: miento depende de condiciones locales: modificacioncs del pH sanguínco, rasa del CO, en la Jinfa, proporcianes armánicas entre fósforo y calcio o generales: acción ge la luz, de la vitamina D, de las diferentes hormonas de crecimiento (hipófisis, slândulas genirales, rimo, cuerpo tiroides) y por último de la fumción de las glândulas paratiroides que dominan y regulan el equilibrio del calcio en el organismo, Fic. 17 Depósito de suhstancia preósea. Disposición exacta del depósito en relación con las células. Se ve que la substancia preósea sigue a los paquetes fibrilares deslizândose entre las célnlas hipertrofiadas (osteohlasto) o en via de generación (Poricarn). La impregnación calcárca sigue en general las trabéculas fibrilarcs y rodea, aho- ga las células óseas y las fibras conjuntivas que de aquí en adelante sólo rendrán una vida precaria. El papel de los osteoblastos en la secreción calcárea no es admisible hoy (LenicHr y POLICARD). Así nace la substancia ósea medio mineral, medio orgânica, de apariencia estable y definitiva, en realidad sicmpre en movimiento, por estar incesantemente sometida a las acciones de construcción y desrrucción. 8º Destrucción ósca. — Las trabéculas osificadas son inmediatamente atacadas por un proceso de «resorción» que acaba por la creación de los conductos de Havers (hueso compacto) o de las cavidades medulares (hueso esponjoso). Dos agentes parri- cipan en esta resorción ósea, uno celular, orro muscular. Fl agente celular es el osteoclasto de KcrrIgER, célula voluminosa con nume- úcleos que parece obrar a la manera de un fugocito. El aumento de la circulación local hace desaparecer la substancia ósca, Esta osteólisis parece tomar una parte más activa eu la resurciôn ósca que la osteociasis celular y aparece con la máxima nitidez cn la proximidad de los focos de frac- tura. Los materiales calcáreos necesarios para la consolidación son tomados de los e8 OSTEOLOGÍA territorios óseos inmediatamente adyacentes. Estos son objeto de una hipervascula- rización que da por resultado el desplazamiento del calcio desde los extremos frar- turados hacia el callo en formación. Simples mutaciones cálcicas locales bastan para consolidar una fractura La osteogénesis vesulta asi de um doble proceso, uno constructivo y otra des- tructivo. Su equilibrio varia en el curso de la vida. Tos fenómenos de elaboración dominan en tanto perdura el crecimiento. La destrucción contribuye al modelado de la pieza ósea, a su adaptación funcional y a su morfogé nesis. En cl adulto los dos procesos se equilibran; la re- surclón ósea predomina en la vejez. No cabe, pues, ima- sinar que um hueso, legado a! término de su crecimicn- to, resa de experimentar modificaciones. A pesar de la aparente inmovilidad que ofrece a las miradas ignoran- tes sufre continuas transformaciones. El calcio fijado en el esquelero sc separa fácilmente de él para ir a depo- siturse en otra parte o para ser eliminado según las ne- cesidades del medio sanguíneo, en el que la tasa de cal cio es invariable, E! esqueleto obedece así a las leyes del Osteoclastos y Jagunas de How- metabolismo cico; sufre con los trastornos de éste, ship, vistos en nn corte trans: canço durante como después de su crecimiento. versal de húmero de gato (según Sróme). Fic. 18 e Ir. Edificación de las piczas óscas 1, comimeia de Havere quo contier, 1 “vasus y cêlules en la medu.a ósca 2 NS quê erose a ; a ido O SM agurna do Honsalp En cl embrión, el esqueleto cstá representado por =* “8 maquetas primitivas, unas fibrosas, otras cartilaginosas. No sc sabe gran cosa de los fenómenos que presiden la aparición de estas maguetas en el seno del tejido conjuntivo embrionario, pero per iité establecer mma clara diferencia entre los huesos de cartilago (huesos largos, hue- sos del tuso, del carpo, vértebras, hucsos de la base del cránco) y los Auesos de mem- brana (maxilar, hucsos de la cara y de la bóveda del crâneo). 1.º Osificación y crecimiento de una maqueta cartilagimosa. ea cual fuc- re cl hueso considerado, el futuro hueso aparece primero en forma de un tallo o de una placa cartilaginosa que reproduec, a la manera de una maqueia groscra cous- truida a pequeia escala, la pieza ósea definiriva. Alrodedor de esta pleza cartilagi- nosu existe una armósfera conjuntiva, bosquejo del futuro pcriostio. Lu osificación y el crecimiento van a efectuarse a partir del cartílago por una parte y del tejido conjuntivo perióstico por la otra, 1a substitución del rejido cartilaginoso o del tejido fibroso por el tejido óseo no puede efectuarse sin que aqnéllos scan levados previamente al estado de tejido conjuntivo embrionario, único apto para desarrollar las diferentes fuses de la osifi- cación que hemos descrito al comienzo de este estudio. Esta obligación, que hace de la osificación una verdadera metaplasia del rejido conjuntivo, es, como hemas visto, va- ledera para todos los tejidos dispuestos a ser osificados. La única dilerencia entre la osifcaciónu en medio carrilaginoso (osificación encondrel) y la osificación en me- dio fibroso (osificación pericondral) reside, pues, en la vía seguida por cada tipo de tejido (cartilaginoso o fibroso), para volver al estado «indiferenciado, embriona- rio». À partir de este momento, tanto en la peziferia como en el centro del hueso, se desarrollan fenómenos idênticos a los generales de la osificación. A. OsIMCACIÓS ENCONDRAL (figs. 19 y 20). — El examen histológico de una pie- 4a cartilaginosa en vias de osificación nos mestra una serie de imágenes di cscalonadas de la periferia hacia el centro. ANATOMÍA GENERAL 29 1º Cariilago hialino de células redondas. — Es semejante al cartilago primitivo y po ha suftido ninguna modificación. 2º Curiilago seriado. — La multiplicación, segém la divección del hueso, de una célula del carrilago hialino suministra grupos isogénicos uxiles cada uno de los ena- E Ú & Pa sa q ES 2288 : Ec co ps DS E E Ed) | Ea DOE 5 SE E (O e vo E as E DESA É Aro, E int & Eds 3 sã NE ê 18 Fio. 1y Corte semiesquemático de una línca de osificación diufisaria de un hueso largo de mamifero (según Dunne) mediscaciones presai as: Eo disdusso 14 susssióu Co las difarentes qom = nstivo. — &, ; ma do pet! zatis “ercortágicas — 9, das en Ja superíicio de lãs trebá Gsea Da, Crarécuias fo, mesa tncund Rue destruyei Labósulas ds Luso encondral les se compone primero de 2, luego de 4, etc. hasta más de 30 células apiladas unas encima de orras, De este modo una cscasa cantidad de células redondas suminisia un gran número de células seriadas. lista zona de multiplicacion celular representa la zona de crecimiento del cartílago (fg. 19) 32 osTEOr OGIA de dicho autor. No es lícito escribir, como eu otro tiempo lo hicimos, que «dl pe- riostio, por su capa osteógena, suministra continuamente los osteoblastos necesarios Crecimiento del punto óseo epifisurio de un hueso largo de mamifero hacia el cartilago articular (osificaciên encondral primaria semejante a la de la diáfisis, fig. 195 según DUBREUI). do Ja baga de LusonEA, cartíleco articula. — 2, murtfingo sorindo, — 3, cattilago ds células nipertrótican atado, 4) lfago (00. ceeriám, => 5) nego escondi] uau UCs patio AUrateraS Sar 5º medula “Bi raso samsuiace Fic. 23 Fsquema de la extension de un punto de osificación epitisario: en [oz estadios TI, IF, NT, IV, V, se extiendén concêntricamente; menos, sin embargo, del lado de la diáfisis que en el resto de la superfície, En el estadio V alcanza el cartilago de conjunción y éste no le suminis- trará ya sino los elementos del crecimiento en anchura. Eu los estudios VI y VII el hueso epilisario no se acerca ya al hueso diafisario (según Dumecir). innlar. — 2, cartilago de conjuroiór, — &, tuo Uufizario encondral, — à, imeso peridulivo, 1, uslidago ar ara Ja osificación de las laminillas ce oscina periféricas». De conformidad con Jo IE a a : dicho por Lemciz y PoLicarp, es mucho más lógico admitir que e! periostio repre- p g osificable por excelenciu, cuya capa profunda, modificada por una senta um qm ANATOMIA GENERAL 38 aportación vascular particularmente abundante, vuelve al estado embrionario indis- pensable para que se establezca el depósito de las substancias calcáreas. Asi aparecen, procedentes del periostio, una serie de laminillas concêntricas so- metidas a las modificaciones constructivas y destructivas que las engruesan, las con- densa, y Ilevan cl hueso perióstico al encuentro del hueso encondral proveniente del centro de la maqueta cartilaginosa. C. CRECIMIENTO DF UV HURSO LARGO, — La maqueta carrilaginosa de am hue- so largo comprende dos ensanchamicntos exrremos que serán las futuras epífisis y una parte media que corresponde a la diáfisis. a) A nivel de la diáfisis se asiste a una evolución paralela de las osificaciones en- condrales y pericondrales. Pero la dirección diferente de los brotes osteogénicos impri- me al desarrollo de la diáfisis un aspecto muy particular. KI hneso perióstico brota en dirección al centro de la diáfisis; cn- cuentra aquí cl hueso encondral que se di- rige, por el contrario, hacia las epifisis. A medida que lega a los extremos de la diáfisis cs reemplazado, en el centro, ora por el hnesa perióstico, ora por una cavi dad que excava el eje del hueso primitivo, la cavidad medulor. Esta se origina de la destrncción de las capas más profundas del hucso encondral y deticne la progresión de las Jaminillas procedentes del periostio, que desaparecen después de haber pasado el es- fig ab pulo que sepira fa petitéria del busto de. qo o iron) dada epitisto superior del bi la cavidad medular, Obligado por el brote mero cn un niflo de once afios, para poner lateral del hueso perióstico y destruido en | dc manifiesto el cartílago de conjunción cl centro a nivel de la cavidad medular don- (TournEux). de aparecen nnevos huéspedes, las células 1, cardio de contuistón. 9, ertfots onça parta tê Vest cublbrca por urê capa dsrl Josias. ponjosa hematógenas que constituyen la medula a usa Compacta de jo Aláfisia. córi- dad acticular, = 7, 10066 Uleiá en “de ósea, el hueso encondral es rechazado cada o vez más hacia los extremos de la diáfisis. La fl ioiiás! DOT, Gabo PS — 10, Sitio, medula ósea mantiene relaciones de proxi- midad con cl tejido ósco vecino, pero al parecer no participa en mada en su evo- Inción. Ast, la diáfisis acaba por desarrollar al máximo el rejido óseo de origen periós- tico en detrimento del hueso encondral, cada vez más reducido, antes de desaparecer definitivamente con la detención del crecimicnto, bh) 4 nível de las epifisis. — T.os fenómenos esenciales son comparables a los que se observan en la diáfisis. Pero aquí la osificación encondral adquicre una impor- tancia mucho mayor. En efecto, la periferia de la cpífisis, por cl hecho de sus conexio- nes articulares, sólo presenta pequefias superfícies revestidas de periostio, Este da origen a una delgada capa de hueso compacto periférico. Se ignoran las razones que limitan ast el papel del periostio epifisario. “Yres hechos merecen fijar la atención (fgs. 2º y 23) 1º La extensión del punto epifisario primitivo hacia las superfícies Jibres es rápido al principio. Invade la casi totalidad del cartilago, respetando únicamente una zona periférica de 3 a 4 milímetros de espesor. Esta extensión es más lenta Inego, pues el crecimiento del cartilago suministra los clementos necesarios a la la diársis. — 6, subsian- rioet = sa OSTEOLOGIA ositicación subyacente, La superficie articular, que en cl adulto no cs más que una parte del cartilago periférico de la epífisis, nunca es completamente invadida por la osificación. Durante cl crecimicnto, cuando está reducida a un espesor de 2 a 3 mi límetros, prodnce continuamente cartilago seriado. Así la epífisis alcanza todo su vo- lumen. 2. Las trabéculas de hueso encondral ast formadas se orientan según una arqui- tectura netamente definida, propia para cada epífisis, adaptada a las líncas de fuer- za, de presión o de tracción sufridas por ella. Entre las trabéculas se ex- cavan cavidades que no comunican entre si y se llenan de medula ósea. No existe, pues, propiamente una ca- vidad medular epifisaria, sino un con- junto de pequeiias cavidades que con- ficren al tejido ósco epifisario su as pecto esponjoso característico, 3º La extensión del punto cpi- fisario hacia la diáfisis es un fenóme- no muy importante. La línea de os ficación epifisaria camina en dirceción de la linea de osificación diatisaria. No lu ulcanta, alortunadamente, pues tal contacto detendría el crecimiento en longitud de la diáfisis. Cuando las dos líneas están separadas por sólo e milímetros el crecimiento cartilagi- noso cpifisario cesa y la osificación epifisaria se detiene, por tal hecho, a IA *Ead6i 6 390% é Cartilago de conjunción es aa eng ÉIG0oohur PM IGOBop Sa maççe BG 1006 00 90% ag RGE. Cartilago de conjnnción de im hueso largo de ma- mifera antes del final del erecimiento (Duere). 1, medula ósen del anésa opifisnrto --2, “nega eplfmurio. — 3, cacliugo hialino orclusrio. — 4, cerlilaço seriado. — 5, c: tiago de células Eiperiróficas, com 6 la zona de cartilago cal- cisicado. —Dw, línea de erosián. — , hneso encondrol amil. este nivel. Unicamente persiste entre las dos una delgada zona de cartilago diafisario: el cartílago de conjunción. o El cartilago de conjunción Representa el último refugio de la osificación encondral diafisaria y per- siste hasta el final del crecimiento, Fértil por cl lado de la diáfisis, ofrece a la epífisis su capa estéril de cartílago hialino de células redondas. EL papel de este cartílago es suministrar a la diáfisis los elementos necesarios a la osificación encondral y a su crecimiento en longitud, Desde hace ya mucho tiempo la fisiologia, por conducto de Dumamer, de LCNTER, de FLOURENS, de OLLIER, y, más tarde, de LATARJET y GALLOIS, de Dusrevrr, ha demostrado la importancia del cartilago de conjunción. Si en una tibia cn vías de crecimiento implantamos cuatro clavos metálicos, uno cn cada epí- fisis y los otros dos en los extremos de la diáfisis, y tiempo después sacrificamos el animal, comprobamos: 1.º, que el hueso, después de la operación, ha crecido em longitud; 2, que cl intervalo comprendido entre los dos clavos implantados cn la diáfisis permanece invariable; 3.º, por el contrario, la distancia que separa cada uno de los clavos diafisarios del epifisario correspondiente ha aumentado sensiblemente. Es fácil deducir de este experimento que el crecimiento en longitud se efectúa no en la diáfisis, sino en los extremos de ésta, en la zona ocupada por el cartilago de conjunción. OLLr, extirpando a un hueso largo uno de sus cartílagos de conjun- ción, vio detener el crecimiento en el extremo correspondiente, mientras que el cre- cimiento continuaba en cl extremo que conscrvó su cartílago. Por último, los trau- matismos o las inflamaciones que modifican o destruyen el cartilago de conjunción van seguidos de trastornos de crecimiento característicos. Zona activa, ricamente vascula- ANATOMIA GENERAL 37 raro que en una picza ósca determinada tengan todos los puntos óscos igual valor. A tal respecro, hay que distinguir dos clases de punios óseos: unos se caracterizan por aparecer pronto, desarrollarse en el centro del hueso y formar la mayor parte de éste: son los puntos primitivos o punios principales; los otros aparecen más tarde, se localizan, no en el centro, como los precedentes, sino en la periferia, en las hordes para los huesos planos y en las extremidades para los huesos largos: son los puntos Cortes perpendiculares a la superkcie de parietales de feto humano (A, feto de 110 milímetros; E, feto al nacimicnto). Aumento muy débil. Estas figuras muestran el desarrollo progresivo minillas óscas primarias cn los hucsos de la bóveda craneal (según DuBREvIL). — 4, periostio externo. — interno. — 6, tejido raúsculo tempo; Ba e) papel ds E: — 2, denris con folículos y-1osos embrionarios, — = — 8, vaçoa canguirens. — 7, Qurimndre que des: conjuntivo. secundarios o complementarios (ig. 29, 2 y 3). Em los huesos largos, que, como hemos visto, se componen de un cuerpo o diáfisis y dos extremos o cpífisis, los puntos óscos primitivos y secundarios sc designan también con los nombres de puntos diafisarios y puntos epifisarios. Considerados en su evolución respectiva cu un imismo hueso, los puntos princi- pales y complementarios a expensas de los cuales se desarrolla este bueso se irradian en todos sentidos e invaden paulatinamente la substancia del hucso primitivo. AL aproximarse unos a otros, llegan a poncrse en contacto y, finalmente, como hemos visto, se sueldan entre sí para formar desde entonces un sola pieza ósea: el huesa del adulto. 8 osteorocia 3º Leyes de Serres. — En un irabajo muy antigno, puesto que data de 1819. Srnres estableció que del estudio analítico de Ja osteogenia podían desprenderse las tres lcyes siguientes, que él designó con los nombres de ley de la simetria, ley de las eminencias y ley de las cavidades. =) Según la ley de la simetria, todo hueso que ocupa la línea media es primiti- vamente doble, es decir, está compuesto de dos mitades laterales, que se aproximan paularinamente en el curso del desarrollo y acaban por confnndirse en la línea me- Fis. go Osificación de la tibia (esquemática) Ositicación del hucso coxal (esquemática). 1, punto mriniltivo para el custpo. — 2, punto com- A, O, pnrtes formadas por los puntos primitivos. — mettemraçdo “pao dê 3 D. date vitiluidea Suilario Interior. ú Dar dx Sspino Ulíaca fatesointerios, — 2, pune Enoecnsidad . anter [E dsdua paia fo dera do digita, det o 9 Posto a a soperapdad ça sol “a epinais, amoecior. ures de Sordadara Dara Já unto para in espia eiática, — 5, exífeis inferlor. a epira” del oúbis, =— 6, punto rátu 6L duvido ol Prins. 7, Fneso cctilotdeo o Acetabular. = 8, punto cem- Cal. 9, “puto pesteriar. punto dia. Esto sucede con el frontal, el maxilar interior, el esfenoides, el etnvides y otros. La columna vertebral, cuando menos su parte anterior, constituyc una excepción de esta regla, En cfecto, más adelante veremos que los enerpos vertebrales no tienen cada uno más que un solo punto primitivo, colocado en su centro y eu la línca media. 8) Según la ley de las eminencias, toda promberancia ósea se desarrolla a ex- pensas de un punto de osificación particular. Así vemos que puntos de osificación es- peciales forman los trocânteres mayor y menor, el troquín, el troquíter, cl acromion, la apófisis coracoides, etc, Numerosos casos confirman, al parecer, esta segunda Jey Pero, lo mismo que la primera, tiene numerosas excepciones, y para no citar más que algunas, recordaremos la apófisis mastoides, la apófisis coronoides del cúbito, la protuberancia occipital externa, las apófisis cigomáticas, las apófisis articulares de las vértebras, que, a pesar de sus grandes dimensiones, cualquiera que sea el estadio evolutivo en que se las considere, no son más que simples dependencias de la pieza esquelética a que corresponden. y) Según la ley de las cavidades, toda cavidad está formada por la reuuión de varias piezas óseas, dos por lo menos, Lo mismo puede decirse de los agujeros: ANATOMIA GRNERAL s9 cada uno resulta de la conjunciôn de dos o más huesos. También sobre este particu- lar muchos casos abonan esta ley, tales como la cavidad glenoidea, la cavidad cori- loidea, la fosa prerigoidea, el agujero vertebral, el agujero oceipital, el agujero óp- tico, etc, a la constitución de los cuales concurren siempre múlciples piezas, Pero también cn este caso encontramos cxccpciones: cl conducto dentario inferior y cl conducto anditivo interno, para no citar más que dos, están labrados dentro de una sola y única pieza ósea; lo mismo sucede con todos los conductos nutricios. Como acabamos de ver, las fórmulas osteogénicas enunciadas por SERRES ofre- cen, al lado de muchos casos confirmativos, gran número de casos contradictorios, y por consiguiente, no ticnen ese carácter general que da fuerza a las leyes en las ciencias naturales. 4.º Fórmulas generales relativas al modo de evolución de los puntos epi- fisarios de los hucsos largos. — En cuanto al modo de osificación especial que pre- side la formación de cada hueso, no podemos formular aquí ninguna regla general, puesto que la osificación es muy diferente, no sólo para cada uno de los grupos (buesos largos, planos y cortos), sino para cada grupo y hasta para cada pieza ósca. En los capítulos siguientes trataremos esta cuestión aisladamente, Al tratar de cada hueso en particular, resumiremos en tipos más pequefios y baja el título de desarrollo, cuanto atafe a la asificación, indicando sucintamente el número de puntos óseos, primitivos o complementarios, a expensas de los cuales aquél se desarrolla, el sítio y orden de su aparición, su modo de cvolución recíproca, y por último, la época en que se produce su soldadura. Aquí nos limitaremos a consignar algunas fórme- las gensrales relativas al modo de evolución de los puntos cpifisarios de los huesos Jargos. a) Fórmulas de Bérard. — Birarp, a propósito de la suldadura de los puntos epifisarios en los huesos de los miembros, formuló un enunciado que puede resu- mirse del modo siguiente: en los huesos diepifisarios, aquella de las dos epifisis hacia la cual se dirige el conducto nutricio del hueso es precisamente la que se suelda primero, Esta fórmula cs cxacta: así, cn el micmbro superior, cuyos con- ductos nutricios del húmero, del radio y del cúbito se dirigen hacia el codo; en cada uno de estos tres huesos la epífisis que corresponde al codo es la que se suclda primero a la diáfisis, Igualmente en el miembro inferior, en el que conductos mu- tricios del Iémur, de la tibia y el peroné huyen de la rodilla, la extremidad supe- zior del fémur y la inferior de la tbia y del peroné son las primeras que se sucldan a la diáfisis. BéraRD en un segundo enunciado dija que en los huesos monoepifisarios, la extremidad hacia la cual se dirige el conducto nutricio es precisamente la que se desurrolla a expensas del punto de osificación del cuerpo, sin que aparezan puntos complementerios. Esta fórmula es perfectamente aplicable a los metacarpianos, a los meltatarsianos, a las falanges y basta a la clavícula, b) Fórmula de Sappey. — La precitada fórmula de Bérarp, con respecto al orden de saldadura de las epífisis en los huesos largos diafisarios, no es aplicable al orden de apaxición de los puntos óseos en las epífisis, Sobre este particular, SAPrEY creyó que podía admitirse como fórmula general que los puntos epifisarios son tanto más pre- coces cuanto mayor volumen están destinados a adquirir; o, en otros términos, que en los huesos que lienen dos epífisis, la que será más voluminosa es la que se osifica primero. Esta fórmula es bastante exacta respecto de los huesos largos de los miem- bros. Pero tiene por lo menos una excepción: en efecto, la extremidad superior del cúbito, aungue mucho más voluminosa que la inferior, no empieza a osificarse hasta algun tiempo después que esta última. c) Fórmula de Picquê. — En 1892, PicquÉ hizo observar que en los huesos largos monoepifisarios, el punto de osificución complementario aparece en aquella de las extremidades que disfruta de mayor mouilidad. En apoyo de esta aserción, recuerda 42 OSTEOLOGÍA intensidad desigual en los diferentes huesos y, por consiguente, en las diferentes regiones, de lo que se deduce que las proporciones del cuerpo humano varían según las edades.» o) Leyes de las proporcione. —1º En la evolución de las variaciones presen- tadas por las proporciones de longitud y de anchura del cuerpo en el curso de la onrogenia existcn tres fases: la primera fase se extiende del nacimiento a los seis aúos; la segunda, de los seis a los quince afios; la Lercera, de los quince afios a la edad adulta. e2 Desde el recién nacido al hombre adulto cada segmento tiene su manera propia de conducirse respecto a la talla. 3* Si el crecimicnto proporcional de un segmento es superior al de la csta- tura del cuerpo, es inferior para cl segmento situado inmediatamente por debajo o por encima. d) Leyes de lus asimetrias. — 1.º Entre los órganos binarios reina una usimetría debida a la hiperfunción: en cl manidextro el miembro superior derecho es más largo y más grueso, el hombro derecho más hajo, etc, caracivres que encontramos en el lado irquierdo en el zurdo. 2* La evolución de las asimetrias normales de los órganos binurios y del tronco progresa a través de la edad en sentido inverso del crecimiento, pero cu el mismo sentido de la función. 3* En el manidextro la superioridad de longitud y de tamaúo, que está a la derecha para cl miembro superior, se encuentra a menudo a la ixquicrda para el miembro inferior, lo que determina una sobreactividad funcional cruzada. 6º Desarrollo de la talla y de las diferentes partes del cuerpo. a) Des- arrolio de la tallu. — La talla es la longitud del cuerpo medida desde la planta de los pies al vértice de la cabe Si examinamos el crecimiento de la talla cn general después del nacimiento, comprobamos que ésta, continuando la rapidez del crecimionto de la vida fetal, aumenta 20 centímetros en cl primer afio, mientras que en el segundo afio sólo aumenta 9 centímeuos. En los aíios que siguen, cl nifio crece de 4 a G centimetros hasta el período de la pubcrtad, es decir, hacia la edad de trece aãos en los mucha- chos y de doce aos en las nifias. En esta época la talla aumenta de 7 à 10 centf- metros según los individuos durante um afio, algunas veces cn dos ahos; luego el aumento disminuye y la talla cesa de aumentar hacia la edad de quince a diccistis afios em las chicas, hacia la edad de diccistis a dicciocio en Jos muchachos. La fi- gura 31 muestra este ritmo del crecimiento de la talla. b) Desarrollo de las diferentes partes del cuerpo. — Los segmentos del cuerpo no crecen de un modo igual y regular, y el adulto, desde cl punto de vista de las proporciones, no representa la imagen aumentada del mio. Esrudiaremos sucesiva- mente el alargamiento de los diferentes segmentos (fg. 33). La cabeza cs lu parte más desarrollada del recién nacido. Según RIcHER, cuan- do el nifo tiene un afio la talla és igual a cuatro veces la almra de la cabeza; a los cuatro aíios,-a cinco veces, y à los nueve afios, a diez veces. A partir de los cinco afios el crecimiento es mucho más lento, y a lós quince cl cránco adquiere su vo- lumen definitivo. Fm el adulto la cabesa está comprendida siere veces y media cn la talla total. Esta altura de la cabeza, por lo demás, cs la que ha servido de patrón de medida para establecer las propoiciones del cuerpo humano en muchos cánones utilizados por los artistas, El cucilo parece corto en el recién nacido a consecuencia de la elevación rela- tiva del esternón y de la grasa subtcgumentaria. Su desarrollo durante el período de crecimiento es casi regular, salvo en la pubertad, durante la cual aumenta más. ANATOMIA GENERAL 43 EI tronco, medido del esternón al pubis, está muy desarrollado cn el recién nacido, en su segmento inferior o abdominal. El nifo, como dice Crarpy, es todo ntre y todo cerebro. En cambio, cl tórax está relativamente poco desarrollado, es aplanado; los canales vertebrales no están constituídos. El crecimicnto en altura del tronco no es paralelo al de los miembros superiores, La talla después de la pu- bertad debe la mayor parte de su crecimiento al tronco, mientras que antes de este período la debe a los miembros inferiores. Los miembros inferiores, cortos en el nacimiento en relación al tronco, miden en gencral 20 centimetros. A los tres afios y medio miden 50 centimetros y doblan su longitud antes del tercer afo. 1a tibia es sobre todo la que se alarga proporcional. mente más entre el nacimiento y la pubertad. El miembro superior crece en proporción con menor rapidez que cl miembro inferior. En él se observa cl misma fenómeno que eu el micmbro inferior, es deci que el antebrazo (radio y cúbito) crece más rápidamente. Kl cuadro adjunto mues- tra de un modo evidente los diferentes crecimientos que acabamos de resumir con brevedad (fig. gs! 8. División del esqueleto Considerando ahora cl esquelero desde el punto de vista puramente descriptivo, lo dividiremos cn cuatro parres, que estudiaremos por cl orden siguiente: 1º Columna vertebral; 2º Tórax; 3º CGabeza; 4º Miembro, CAPITULO 11 COLUMNA VERTEBRAL ta columna vertebral, lamada también columna raquidea o más abreviadamente raquis, es un largo tallo óseo, situado en la línea mcdia y parte posterior del tron- co, que sirve de yaina protectora a la medula espinal y de punto de apoyo à gran número de vísccras Esia columna ocupa sucesivamente, yendo de arriba abajo: cl cucllo; el dorso: la región lumbar; la pelvis. De ahí su división clásica, pero puamente artificial, en cuatro porciones: 1.º, la porción cervical; 2.º, la porción dorsal; 5.º, la porción luinhar, v 4º la porción pélvica o sacrococcigea La columna vertebral está esencialmente formada por una serie de clementos óseos, discoideos y superpuestos de manera regular denominados «ériebras. Em cl hombre cuéntanse 83 6 94 de Cstas, distribuidas del modo siguiente: 7 en la po: cervical (vértebras cervicales); 1º en Ia porción dorsal (vértebras dorsales); 5 en porciôn lumbar (vértebras lumbares) y q 6 10 en la poxción pélvica (vértebras sacras y uértebras coccigeas). Las vértebras cervicales son libres e independientes, y lo mismo sucede con las dorsales y lumbares. Tn cuanto à las vértebras sacrococcígeas, están considerablemente modificadas en su forma exterior y, perdiendo incluso su individualidad, se: sucldan mês o menos entre sí, de manera que constituyen dos huesos que merecen una des- «xipciôn especial, el sacro y el cóccix. ARTÍCULO PRIMFRO VERIEBRAS CERVICALES, DURSALES Y LUMBARES (Vínzennas vERDADERAS de algunos autores) Teniendo las vértebras una conformación típica, cualquiera que sea la región a que pertenezcan, presentan caracteres gensrales, que siempre permiten reconocerlas entre las diferentes piezas del esqueleto, Además, cn cada una de las tres regiones, cervical, dorsal y lumbar, presentan las vértebras caracteres particulares que permiten distinguirlas de las que corresponden a las demás regiones. Por último, en cada región hay algunas vértebras que, aunque reducibles al tipo cumúm, ofiecen caracteres espe- ciales que bien pucden denominarse caracteres individuales, 1. Caracteres comunes a todas las vértebras VÉRTEBRA ESQUENÁTICA En toda vérrebra encontramos csencialment ma su parte anterior, amada cuerpo vertebra 1.º, una masa compacta, que for ;; 2.º, um agujero o más bien un con- COLUMNA VERTEBRAL 47 Lâminas vertebrales.. - Las lâminas vertcbrales son dos, una derecha y otra izquicrda, Aplanadas y cuadriláteras, constimyen la mayor parte de la pared postera lateral del agujero raquídeo. Eu virtud de su configuración, hay que considerar en cada lâmina: 1º, anterior, que mira a la medula; 2.º, una cara pos- terior, cubierta por los músculos espinales; 3.º, dos bordes, uno superior y orro inferior; 4.º, um extre- mo interno, que se confunde con la hase de la apófisis espinosa; 5º, por tiltimo, un extremo cx- ierno, que se smelda unas veces con la apólisis transversa y otras con las apófisis arriculares, Desde cl punto de vista de su dirección, las lâminas vertebrales no son verticalos, sino lige- ramenre oblicuas hacia abajo y atrás. De seme jante disposicióu resulta, como es fácil compren- der: 1.º, que en cada agujero raquídeo, la cir- cunterencia inferior es más grande que la supe- rior; 2º, que en el esquelero armado, cl borde inferior de cada lâmina vertebral se imbrica por êetrás sobre la lâmina vertebral que está inme- Fre. 38 iatumente debajo y que corresponde a la vér- — Vértebra dorsal vista por detrás, rebra siguiente. a una cara 2, nenjero. — 3, apófisis esul- póásis umuavera. 5, Capónsia or. — 8, Já 1º Pediculos. — Designanse con cl nombre de pediculos las dos porcioncs óseas delgadas y estrechas que a cada lado unen la base de la apófisis transversa y las dos apófisis arriculares correspondentes a la parte posterior y Interal del cuerpo vertebral. De este modo, los pedículos limitan por los lados el agujero de la vértebra. Es de notar que sus dos burdes no son rectilíneos, sino que describen dos curvas que se mitan por su convexidad: relativamente ancho en sus dos extremidades, resulta, pues, que cada pedículo presenta su mínimo de altura en su parte media, de lo cual vesul- tan dos escotaduras, una superior y otra in- ferior. Estas escoladuras se corresponden exacia- mente con las escoraduras similares de las vér- tcbras inmediatas, circunscribiendo asi (fgu- ra 39) a cada lado de la columna vertebral, du serie regular de orifícios, que dau entrada al conducto raquídeo v por este motivo se denominan ugujeros de conjunción. Los agujeros de conjunciôn son dos (uno derecho y atro izquierdo) para cada espacio Fic. intervertebral, y, pur consiguiente, cada uno Uã sigjéro. de coujdadaa de ellos puede definirse como sigue: orifício visto por su lado externo. comprendido entre la escotadura superior de una vértebra cualquicra y la escotadnra de la vértebra que se encuentra inmediatamente por encima de aquélla. cos vértebras Jun bazes superpnentas, — agujero 50, apófisia esrinosa, 48 ostroLocia 2. Caracteres propios de las vértebras de cada región Una vértebra cervical presenta caracreres especiales que la distinguen muy cla- ramente de una vértebra dorsal; una vértebra lumbar dificrc, igualmente, de otra cervical o dorsal. Es más, estos caracteres diferenciales no se refieren tan sólo al aspecto general de la vértebra, sino también a los de cada una de sus partes cons- rimutivas; de modo que, considerada una de sus porciones, es siempre posible reco- nocer la región de la columna vertebral 2 que perteneve. Las más de las veces, Ja so- lución de este problema cs fácil, y los elementos para ello necesarios los encontra- remos en la siguiente descriprión. 1º Vértebras cervicales (figuras 40, 41, 42 Y 49). —a) Cuerpo vertebral, EI cuerpo vertebral, en la vértebra cervical, es prolongado en sentido transversal: su Fic. 41 Fra. do Fsquema de una vértebra cervical Vértebra cervical vista por arriba. vista por arriba. 1, cutpo (eara superior), cum 1º asts Sransverso, cou: d”, su tubéreni Basa, de calas drólsia, —'0, apóssts 07 aráfsis semslunares, — 2, nenjoro soriebial. — 5, apólsis espinosa. — a, auó. Encerios; E”, om Subérculo posterior. — 5, aguiezo transversal, elinado ea la Do asónsis acticalares inferiêres, — 8, Júmina. — 8, pe- metro frontal es casi doble de su diâmetro anteroposterior o sagital. EL canal ho- xizontal, que más arriba hemos descrito cn la circunferencia, estã borrado, y en la parte anterior y linea media llega à ser reemplazado por una eminencia vertical a inenudo muy pronunciada, Lo que más particularmente caracteriza cl cuerpo de una vértebra cervical es: 1.º, Ja presencia, en los dos extremos laterales de su cara superior, de dos pequeiias eminencias de dirección anteroposterior, que se designan con el nombre de ganchos o apófisis semilunares; 2.º, la presencia, en los dos extremos larerales de la cara inferior, de dos escotaduras, simétricamente colocadas, que en el esqueleto armado sc corresponden con las apófisis smilunares. AL tratar de la artro- logia volveremos a hablar de este múdo de unión tan especial propio de estos dos elementos óseos. b) Agujero vertebral, — El agujero vertebral és grande y tiene una forma trian- gnlar. La base de cste triângulo, que corresponde al cuerpo de la vériebra, es mu- cho más extensa que la altura del mismo, la cual está representada por una línea horizontal que va de la apófisis espinosa a la parte media de la base del cuerpo vertebral. Por lo demás, esta altura varía según que se considere el agujero por su cara superior o por la inferior: en este último caso es mayor. o) Apófisis espimosa. — La apófisis espinosa es corta y cstá poco inclinada. Su borde inferior presenta un profundo canal y su vértice se bifurca formando dos tu- bérculos, uno derecho y otro izquierdo: son las apófisis bituberculosas. COLUMNA VERTEBRAL “49 1a no bifidez o estado unituberculoso se ha observado en los eutopeos (10 por 100) y en las razas de color (23 por 100). En cambio, la división puede ser extremadamente acentuada y presentar más de dos ramas. Fstas conformaciones particulares parecen estar cn relación con las inserciones muscu- lares. Parecc que la falta de bifurcación sea más frecuente en las razas inferiores. Las apófisis cspinosas son indivisas en los monos; la bifidez aparece en los chimpancés cn cl axis. El es- tado tnituberenloso encontrado cn cl hombre entraria en la categoria de Jas anomalias reversivas. à) Apófisis transversas, — Las apófisis transversas se implantan en las costados del cuerpo vertebral. Su base presenta un agujero, el agujcro ironsuerso, destinado a dar paso a la arteria vertebral, acompaíiada de una vena y de un nervio (nervio de François-Franck), Notemos que la grnesa vena vertebral está frecuentemente desdo- hlada en varios puntos. La forma del agujero transverso es bastante variable: redon- as 2 27 4 5 5! 66 é Fic. 42 Fic. 43 Vértebra cervical vista de lado, Esquema de una vértebra cervical, vista lateral. bj Feto (o a vaca superior. 5, essoladara lateral do Je caca Inferior, —4, ugutero vertebral, 1 — 5) apólas capindsdo DO 8, pólis transveisa 'y au cómaLo Goro 6% Sebérculo emcerio:; 6%, cubórodlo. Posterior, Ta Sguiero tcansverstl, — 8, apótisis articular superior. — 5, avisa articular inisror O do imins, SOS co. tádura indo deado, oval, de cje mayor transverso, cn forma de cufia de base externa, en forma de reloj de arena, etc, En ciertos casos se observa la duplicidad y hasta la triplicidad de los agujeros transversos: entonces sc hallan separados por una lengieta ósea del- gada. El agujero transverso en forma de reloj de arena o de ocho acostado no es más que un agujero transverso doble en vías de formación (Le Dounir), La forma de la base de la apófisis transversa puede variar también, Esta hase, en efecro, está constituida por dos raíces: una anterior o ventral, que seria la ho- móloga de una costilla, y de abí el nombre de apófísis costal que se le da a veces; la otra cs posterior y constituye la apófisis transversa propiamente dicha. El volumen de las dos raíces es variable, Ja anterior sobre todo, que puede incluso faltar total o parcialmente, En este caso el conducto transverso es incompleto y está abierto por delante, Según Lorm, la [ormación de los agujeros transversos sería determinada por las venas vertebrales. EI vértice de las apófisis transversas termina por dos eminencias o tubérculos, generalmente muy distintos, que se designan por sá situación con los nombres de iubérciilo anterior y tubérculo pusierior. El tubérculo anterior, ascendente, da inser- ciôn al músculo recro anterior mayor y à! músculo largo del cuello. El posterior, des- cendente, da inserción a los músculos espinales transversos. (Según Juvara y Dive, se observa en las III, IV y V cervicales un tercer tubérculo: el tubérculo medio, más pequeio que los precedentes, situado debajo del tuhérculo anterior y delante del tuhéreulo posterior. Ma insercién à los fascículos tendinosos del escaleno ante- rior; cuando falta es reemplazado por una impresión siempre muy manifiesta. JUVARA y Dmz le dan el nombre de tubérculo escalénico.) L—s OSTEOLOGÍA e Ias variaciones de las escotaduras de los pedículos no son muy frecuentes; sin em- bargo, es posible observar la misma profundidad en las escotaduras superiores e inferiores de ciertas vértebras. Por lo demés, la forma y las dimensiones normales de los agujeros de FIG. 49 Esquema de uma vértebra lumbar vista por arriba. coeiiforme. — 5, apótists arttent Táradaãs Fic. 48 Vertebra lumbar vista por arriba —2, agminto. — 3, apánsia espinei . apádala franevesa o ”, 'tubéceulo Justa; 6”, lulécilo autosorio, — 6, apóisis arsicular intenor. — 7, 1, cuery supertts, con: 8, pediculo. conjunción no parccen en relación exacta con cl volumen de los ganglios y de las nervios raquídeos. Estos sólo ocupan una parte del espacio del conducto de conjunción. Le DousLe Fio. go Fre. 1 Vertebra lumbar vista de lado. Esquema de una vértebra lumbar, vista lateral. 4, avófois trmisversa. — 5, apófsis articular superi aportes articular interior. + 7, lamina. — 6, pedfem' 2, agujero, DSi euseso. — 3, apófsta cspt 5". tubércuio marular, — 5”, tubórculo asssgc-to, = estima que las dimensioncs están principalmente en relación con el volumen de las venas ción entre los plexos intrarraquídcos y las venas extravertebrales. que establecen la comu Esta acepción nos parece hipotética. 3º Vértebras lumbares (figs. 48, 49, 50 y bi). —a) Cuerpo vertebral. — El cuer- po de las vértebras lumbares es muy voluminoso. Como eu la región cervical, su diâmetro transverso es mayor que el anteroposterior; pero los ganchos laterales, ca- COLUMNA VERTEBRAL 58 racterísticos de la vértebra cervical, faltan en absoluto en las lumbares. El canal ho- riontal, muy pronunciado a los lados del cuerpo de la véricbra, casi siempre está borrado en su cara anterior. b) Agujero saquideo. — El agujero raquídeo tiene la forma de un triângulo, como, según ya hemos visto, sucede en la región cervical; pero mientras que en esta región cl lado anterior o base de! triâugulo es mucho mayor que los laterales, eu la región lumbar el triângulo sc aproxima mucho al equilátero. c) Apófisis espinosa. — La apófisis espinosa se levanta, poniéndose horizontal. Está muy desarrollada, y, tomando la forma de un cuadrilátero, presenta dos caras latera- les muy anchas y un borde posterior mucho más ancho por abajo que por arriba. d) Apófisis transuersa. — Las apófisis transversas, que sería más racional lamar apéndices costiformes (pucsto que estos elementos óseos son en la región lumbar los homólogos de las costillas torácicas), se hallan, por cl contrario, considerablemen- te atrofiadas. Estas apélisis se desprenden de la parte media del pedículo; son muy delgadas, y su vértice, en vez de engrosado, está más bien afilado. e) Apófisis articulares. — Las apófisis articulares, situadas detrás de las apófisis transversas, siguen una dirección vertical. Las dos superiores están sepa- zadas una de otra por un espacio más considerable del que cxiste entre las dos inferiores, Fn cuanto a las caillas articulares en sí, ofrecen de particular: 1.º, en las apófisis superiores, la forma de canales verticales mirando hacia atrás y adentro; 2º, em las apófisis inferiores, la forma de eminencias verticales, representando por- ciones de un cuerpo cilindroide y mirando hacia delante y afnera. Es de notar, por último, la existencia de un tubérculo en la parte postero- externa de las apófisis articulares superiores; se lama tubérculo mamilar o meta- tófisis. En forma de mamelón, como lo indica su nombre, este tubérculo está su- Jeo a numerosas variaciones de forma; puede estar representado por una espi- na, algunas rugosidades, etc. Su significación morfológica no nos parece bien dilu- cidada. Con el nombre de tubérculo accesorio o apófisis estiloides, GrorNBAuR descri- be otra eminencia, situada Cir Ta” parte posterior de ja raiz de los apéndices cos- tiformes y, por consiguiente, por fuera de las apófisis articulares superiores. ste mbérculo accesorio, que seria el homólogo de la apófisis transversa de las vértebras dorsales (Croensaur), no es constante, y cuando existe, su importancia disminuye a medida que la vértebra se aproxima al sacro, hasta cl punto de que, en la cuarta y quinta vértebras lumbares, muchas veces está representado por simples rugosidades, Diartrosis accesoria. — Maver ha descrito con este nombre dos articulaciones vertebrates suplementarias asentadas en la L! o en la vértchra supra o subyacente a la LI! 8) Léminas. — Las lâminas son cuadriláteras, lo mismo que en las vértebras dor- sales; pero aqui el diâmetro vertical es mayor que el transversal; cu otros términos, son más altas que anchas, Por fuera estân perfectamente limitadas por una cresta ver- tical y obrusa que une, a cada lado, la apófisis articular superior a la apófisis articular inferior. 8) Pediculo. — El pedícnlo, notable por su grosor, lleva una dirección antero- posterior, Sus escotaduras son en estas vértebras, como en las dorsales, de muy des- val profundidad: mientras las superiores son poco marcadas, las inferiores presentan una escotadura tres o cuatro veces mayor. 4º Resumen. — Como hemos podido ver, cada una de las partes constitutivas de la vérrebra está dotada de caracteres propios o diferenciales, que siempre permiti- rán al anatomista, por poco cjercitado que esté, resolver el siguiente problema: sa ostroLocia Ante uma porción constitutiva de una vértebra, determinar la región a que pertene- ge. Estos caracteres diferenciales vienen resumidos en cl cuadro sinóptico siguiente. bra... Ganchos lat. em la cara superior. Cuerpo verte- (Carillas articulares para las costillas . . RP | Sin ganchos laterales . .. Sin carillas . 4 Redondo .s zuará pod EE ue aà a Los tres lados iguales du lado anterior mucho más largo que los otros dos... as Agujero verte- bral. + ATriangular V. dorsules. V. cervicales. V. lumbares. V. dorsales. V. lumbares. Y. cervicales. 3.º Apófisis espino- | De vértice bifurcado (apófisis bituberculosa) . .. BA A ad o Sá Efrs É Muy oblicua [pe vértice no bifurcado . lrrstontal V. cervicales. V. dorsales. V. lumbares. Con carilla articular Sin carilla articular . versa 4º Apófisis trans: ( Agujereada en Ja base . Sin agujero en la base . . cervicales. - dorsales. V. Jumbares. as lares superio- 3 Carillas planas, mirando principalmente hacia atrás . 5º Apófisis articu- | Carilias planas, mitando hacia arriba y atrás... C res... «À Carillas cilindroideas, mirando hacia dentro y atrás. Y. cervicales. V. dorsales. V. lumbares. 6º apógisis articu-[ Callas planas, mirando hacia abajo y adelante . . . lares inferio- | Carillas planas, mirando principalmente adelante. . V. cervicales. V. dorsales. TES ps a a (as cilindroideas, mirando hacia fuera y adelante. V. lumbares. Cuadritáteras, iguales los diâmetros . . = V. dorsales. 7º Edminas. V. cervicales. Cuadriláteras, —desiguales f Más unchas que altas. . los diâmetros . . +. . [Más altas que anchas. . V. lumbares. Carillas articulares para las costillas . . 0 Escotaduras superiores tan mê s. .) das como las inferiores... Escots. superiores apenas marcadas. &o Pedículos . fia ent V. dorsales. Y. cervicales. V. lumhares. En Ja práctica ordinaria, estando entera la piera 6sea, la presencia o ausencia de dos elementos anatómicos solamente, cl agujero de la base de las apófisis trans- versas y las semicarillas articulares, bastarán para hacer a la vez fácil y rápida la clasificación de una vértebra cualguicra. En efecto, cojamos una vértebra y dirija- mos inmcdiatamente la vista sobre la apófisis transversa. Su base o será agujereada o no lo será; en el primer caso, podemos asegurar que es una vértebra cervical; en el segundo, podrá ser una vérrebra dorsal o lumbar, Ex yminemos entonces los cos- tados del cuerpo de la vértebra: o veremos en cllos carillas articulares, o veremos que no existen talcs carillas: en el primer caso se trata de una vértebra dorsal, y en el segundo, de una vértebra lumbar. 1º Apófisis transversa agujereado . . cccc a) Carillas articulares en el cuerpo. ao Apófisis transversa sim agujero. . 4) Sin carillas articulares en el BUETDO ao ir isa E ORUITL E Y. cervicales. V. dorsales. Y. lumbares. COLUMNA VERTEBRAL. 57 rias, destinadas à articularse con las apófisis articulares superiores del axis. Dichas carillas son planas o ligeramente cóncavas y miran una y otra hacia abajo y aden- tro, De la cara externa de las masas Jaterales nacen las apófisis transversas, Su cara anterior se confunde con la extremidad del arco anterior. SU cara posteror se con- tinúa así mismo con la extremidad del arco posterior. Su cara interna es muy ru- gosa y presta inserción a un potente li- 07 gamento, el ligamento transuerso, que es- zudiarcmos más adelantc al ocuparnos en las articulaciones, La inserción del liga- mento transverso está scfialada cn cl hue- so por un rubérculo más o menas salien- te, situado por debajo y por dentro de la mitad anterior de la cavidad glenvidea. Detrás de este tubérculo se ven uno o va- rios agujeros vasculares. b) Arco anterior, — Aplanado de delante atrás y de dirección casi entera- mente transversal, el arco anterior ofre- ce cn la línea media: 1.º, por delante, una eminencia mamelonada, el tubércu- lo anterior del atlas; 2.º, por detrás, una Atlas visto por arriba, carilla articular cóncava, oval, con el eje -2, agnisrn. — 3, arco posterior, coa axol para Ta” arlarta vertabiado qo Taste. uhéiculo de (nserelón ati ariicular soverior caga “ernnaveni wertetral fa Hoclia indica 5, Caeiia articutas para fa apso 'dêntoigcs mayor transversal, y destinada a articu- — o, masas Jaterales, larse con la apófisis odontoides del axis. & idea o c) Arco posterior. — El arco poste- is nrteria). rior describe una curva cuya concavidad mira hacia delante, Lo mismo que el arco anterior, olrece, en la línca media y hacia atrás, una eminencia mamelonada, el tubérculo posterior del atlas. En el momento en que va a unirse con la cara posterior de las masas laterales, el arco posterior del atlas presenta en su cara superior un canal transversal, que a veces queda transtor- mado en un verdadero conducto por una lengúeta ósea colocada por encima. En este canal, transformado o no en conducto se alojan la arteria vertebral y el primer nervio cervical y continua, rodcando la masa lateral (fg. 7), hasta el agujero que perfora la base de la apófisis trans- versa. d) Apófisis transversas, — Destina- das a servir de superficies de implanta- ción à poderosos músculos, las apófisis transversas del atlas están relativamente Fic. 58 más desarrolladas que en las vértebras si- Atlas visto por delante. guientes. Se dif ncian de estas últimas ) 1, Semp antotor. 2, arco posteclor. 3, tubécenlo por la circunste de no estar bifurca- (cor DO q aoótsie trángreçad em 6,” meses “lagerales. 6, carilas 'artienlares superiores (oavidedes glennldeas: eulares inferiores do su vértice y no tener canal en su cara Gº srénsia superior. EL agujero que tienen cn su Dase, agujero transverso, es muy amplio y más bien oval que redondeado. Recuérdese que este agujero, así como cl canal que lo continúa en cl arco posterior, da paso a la arteria vertebral, e) Agujtro raquídeo. — El agujero raquídeo se compone de dos porciones: 1º, porción anterior, cuadrilátera; 2.º, porción posterior, que ticne la forma de me- ia elipse con el eje mayor dirigido transversalmente. En realidad, cuando existen las partes blandas, estas dos porciones estân separadas por el ligamento transverso 58 osTEOT OGIA (véase ARTROLOGÍA). La primera está ocupada por la apófisis odontoides del axis, y en la segunda se alojan la medula y sus cubicrtas. Unicamente esta última porción corresponde al agujero raquídeo de las demás vértebras. 9) Homologia del ailas con las demás vértebras. —La constitución anatómica del atlas parece separarse del ripo vertcbral comun, tal como lo hemos descrito antes, y sin embargo, en realidad no hay tal cosa, pues no es difícii restablecer las homo- logías y encontrar en el atlas todas las partes constitutivas de una vértebra tipo. El cuerpo está representado totalmente por la apófisis odontoides, que se soldó a la vérrebra siguiente, el axis; cl arco anterior y su tubérculo, que algunos equivo- cadamente consideran que forman parte del cuerpo, no son más que prolongaciones en forma de herradura de las masas latcrales. El agujero vertebral existe, igual que las apó- fisis transversas. La apófisis espinosa, muy reducida, está repre- sentada por cl tubérculo posterior del atlas; las apófisis articulares superiores, por las cavidades gle- noideas; las apófisis articulares inferiores, por las carillas planas que hemos encontrado en la super- ficie inferior de las masas laterales; las lâminas, por las dos mitades del arco posterior; los pedícutos, por Fic. 59 la porción de este arco en la cual se encuentra labra- Atlas visto por su cara lateral do el canal de la arteria vertebral, cl cual es eviden- izquierda. temente homólogo de la escotadura superior del pe- — 2, atos posterior. — —dículo de las vértebras siguientes. En cuanto a la es- cotadura inferior, o es poco marcada a no cxiste; el em el que se introducs ds espacio que separa, por los lados de la columna cer- Pra domo lina do por E : os Indica ei lravecio del vasos) vical, el arco posterior del atlas de las lâminas del axis, es suficientemente grande para dar paso al se- gundo nervio cervical y a los vasos que lo acompafian, por lo cual serfa superfino un agujero de conjunción; por esto no existen ni éste ni las escotaduras que deberían formarlo. Conexiones. — El atlas se articula con dos huesos: por arriha, con el occipital, y por abajo, con la vértebra siguiente, el axis. Inserciones musculares. — Once músculos se inscrtan cn cl atlas. Estas inserciones van resumidas en las dos figuras 6 y 61 y eu el cuadro sinóptico que las acompafia. En este cuadro, como en los análogos que trazaremos más adelante con motivo de las inserciones musculares en las diferentes piezas del esqueleto, las cifras colocadas enfrente de cada músculo, sea à la derccha, sca a la izquicrda, sc refieren a las de las figuras correspondien- tes. De este modo nos ahorraremos excesivas explicaciones eu las figuras de inserciones musculares. Largo del cuello. 'ubés trco anteriores . E a) Coat E readlon romeo! qrnterdors Recio anterior menar de la cabeza. 1 2 3: Qhlicuo menor (oblicuo superior) de la caheza. 4. Oblicuo mayor (oblicuo inicrior) de la cabeza. & Recto lateral de la cabeza. dei 8. Esplenio del cucllo. by Apófisis transuersas . . 4 aumnlar del omópiato. 8. Escaleno posterior (inconstante). 9. “ransverso del cuello (inconstante). 10. 10” Intertransversos anterior y posterior del cuello. o) Tubércula posterior . . . 11. Recto posterior menor de la cabeza. COLUMNA VERTEBRAL 59 Desarrollo. — FI atlas (gs. 62 y 63) se desarrolla por dos puntos primitivos, que apa- recen em el arco posterior y carresponden exactamente a los dos puntos primitivos laterales de las vértebras ordinarias, EL punto primitivo medio no existe, o mejor dicho, forma la apófisis odontoides, verdadero cuerpo del atlas, que sc suclda a la vértebra subyacente, o sea el axis. E atlas es completado por delante por ua punto de usificacion complementario, a me- sado doble, el cual aparece en cl primer afo de la vida, dando origen al arco anterior. Tas tres piezas úseas de que se compone primitivamente cl atlas, están de ordinario unidas del quinto al sexto afio. Fre. 60 Fic. 61 Atlas visto por arriba. Atlas visto por delante, con las inscrciones musculares. con las inserciones musculares. (Para Ja stgn'fenotón de Ing ctfras, vénse e! cundro anterior) Fic. 62 Fic. 64 Ositicación de atlas, feto de siete meses Osificación del atlas (esquemética). (según RAmBauD y RENAULT). 3 Ee ha DERtOS Jstaralos para ci arco postestor 3 las EE nes Luterales, unidas por det masks atarndea Punto, complemantano doble Sra Lo cap, (nto paia cl arco asteror: 230 7 Macao do coldaduro de log tarcos teráles com e1 aror antérior. Variedades. — La carilla articular superior, más o menos extensa, oblicua y excavada, se divide algunas veces, como hemos tenido ocasign de ver, en dos carillas secundarias, una anterior y otra posterior. Esta disposiciên corresponde a una división similar de la cara articular del cón- dilo del occipital. — Puede suceder que el arco posterior falte (fg. 64), O esté considerablemente zeducido por la falta de desarrollo de su parte media. -. FI arco anterior puede, en ciertos suje- tos, estar tambiêu muy reducido, debido a un mecanismo muy diferente: el desarrollo exagerado de las caras articulares, que se extienden hasta cerca de la linea media; incluso puede faltar por defeeto de ositicación de Ia cintilla fibrocartilaginosa embrionaria que lo representa (fgu- za 65). — W. Arts, à quien debemos un excelente estudio de las variacioncs del atlas, ha 6s osTEOLOGIA Inserciones musculares. — El axis presta insercióu a once músculos. Como ea el atlas resumimos estas inserciones en las figuras fo y Jo y em e) cuadro sinóptico siguiente: a) Cuerpo... 1. Largo del cello. . Vargo del cuello. » 2", Imertransversos del cucllo (1.º y 2.º pares Transverso del cucilo (inconstante). Esplenio det euello. Escaleno posterior. Angular Oblicuo mayor u oblicuo inferior de ta cabeça. Reciw posterior mayor de la cabeza. Transveiso esprinoso Interespinaso del cnello (primer par) c) Apófisis espinosas a! b) Apéfisis transversas. | Fi6. 69 Fic. 70 Axis visto por delante, con las inscrciones Axis visto de lado, con las inserciones atusculares. musculares. (Pasa Ja stgnilicación de las cifras, véase ei caadro agjurto.) Desarrollo. — Lo mismo que en las vértebras ordicavias, encontramos cn cl axis pri meramente dos puntos laterales para las láminas y las apófisis, y um punto medio para el cuerpo propiamente dicho; este último a veces es doble. Tiene, además, dos puntos laterales para la apófisis odontoides, que debe considerarse, repetimos. como el cuerpo del ati: La apófsis odontoides no se suclda al cuerpo del axis hasta que rranscurre el tercer ao, y à veces mucho más tarde Indcpendientcmente de los cinco puntos precedentes (puntos primitivos), Sappev des- cribe dos puntos complementarios, uno para la cara inferior del cuerpo y el otro para la apófisis odontoides. Este último aparece, del cuarto al quinto fo, en el vértice de la apófisis odontoides, hasta entonces bifida, y la completa soldândola à ella » no tardar. Se le da a veces el nombre de ossiculum de Bergman, anatomista que lo mencionó por vez primera en 1840. Estos dos puntos complementarios tienen la siguificación de Jos discos epitisarios de las vértebras ordinarias. Variedades. — LI vértice de la apófisis dontoides puede articularse, como veremos mis adelente, con cl borde anterior del agujero occipital. Pero la anomalia más interesante que presenta el axis es la independización de su apófisis odoutoides, formando un hucso odontoi- deo. Bevax, GiacomiNt, Romtrs y D'AjuToro han encontrado cada uno ua caso de éste, Em el caso de Giacomit cl hueso odontoideo, completamente libre, se unía al axis por una articu- lación verdadera del género de las diartrosis. Em el caso de Rourir estaba soldado al arco anterior del atlas, con lo cual éste resultaha con st correspondiente cuerpo. Eu el sujelo ob- servado por D'AjuTOLO estaba unido al axis por un cartilago en forma de cuia. La presencia de un hucso odontoidco es una disposición normal en determinados reptiles, por ejemplo, em los cocudrilos. 3º Sexta vértebra cervical. — Aunque digan ota cosa algnnos autores, lo cler- to es que esta vértebra no ofrece ninguna particularidad tan marcada que, cn un COLUMNA VERTEBRAL 63 raquis no articulado, permita distinguirla de las tres vértebras situadas más arriba; quizá, apuríndolo mucho, encontraríamos cn su apófsis transversa el tubétculo an- terior un poco más desarrollado y el canal un poco más ancho; pero se convendrá en que estas diferencias dis- tan mucho de ser decisivas. Por cl contrario, en cl es- queleto armado, o simplemente en una columna articu- lada, el tubérculo en cuestión aparece más saliente; en medicina operatoria constituye un excelente punto de referencia para ligar Ja axteria carótida primitiva. Por esto se le ha dado cl nombre de tubérculo carotídeo o tubérculo de Crassarenac, nombre del cirujano que pri- mero Ilamó sobre él la atención. En realidad, el desarro- lo especial que presenta, o parece presentar, este tu- bérculo es debido a dos causas extrínsecas: la primera idcasiba Cder aii es que, por debajo de la sexta vértebra Terei el raquis (esquemática). se inclina notablcemente hacia atrás, y la segunda es que E SESRaReEDIc “sadio: ari 4) Ja apótisis transversa de Ja séptima (que esta inflexión ensipo. — 2, crunsos prisútivos later roles puta (lag uiásas Intocales y ol s 0 árco pósterto:. — 5, Duntos Driitivos de la columma oculta con relación a la sexta) carece de aíco péstertor — dr pontos Deita: et rubérculo anterior, y su vértice queda suavizado por el ilus cê punto “enifmicis tra paso de la arteria vertebral. Sordnânia “ae Je enétaia otonisnides cor F É ouerpo. > 8, Mineu do soltudara do jãs' másha Inteiales con el cuerpo. — 4º Séntima vértebra cervical o prominente. -— Jioino costuganra del véstice do Ja Intermedia entre las regiones cervical y dorsal, la sépti- ma cervical (fig. 72) presenta caracteres mixtos, recordando unos las vértebras que la preceden y aproximándose por otros a las que la siguen. Se la reconocerá sicmpre por su apófisis espinosa y par las apófisis trans- versas. a) La apófisis espinosa es principalmente no- table por su longitud, por lo cual se ha dado el nombre de véricbra prominente a la séptima cer- vical. Por lo demás, es unituberculosa como las de as vértebras dorsales, y también, como estas últi- mas, se halla muy inclinada hacia abajo y atrás. £9) Las apófisis transuersas de la véreebra pro- minente no no presentan ya bifurcación en su vér- tice, Su cara superior está excavada cn forma de canal y su base se halla agujereada, pese a que nunca pasa por este 5 agujero Ja arteria vertebral, Por lo demás, este agujero es más peguefo que sus similares de las vértebras superiores; a veces sucede que en vez de un orifício hay dos, más pe- cfios aún que cl que comúnmente existe. Pero puede faltar en um lado o en ambos lados a la vez. -) Por último, hemos de hacer notar, respec- to de esta vértebra, que a veces sc encuentra en la parte inferior de su cuerpo rilla articular muy pequeiia destinada a axticular- o pita Séptima véricbra cervical o prominente, vista por arriba . orar — 2. agujero. — es espi. se con la primera costill no o crsási are Se anda - — aetfente uresioro = 6, Tamim Apmirso Desarrollo. — En la séptima cervical, además de su punto complementario para la apófsis espinosa, encontramos constantemente un punto suplementario, situado en la hase y parte anterior de su apófisis transversa. Aparece cn cl sexto mes dc la vida fetal y de ordinario se sucida a la masa de Ia apófisis transversa en el transcurso del sexto afio. Este punto (fg. '73) corresponde a la 64 ostroLoGia serie de aquellos a cuyas expensas se desarrollan las costillas, por cste motivo merece el nom- bre de punto costa. Este es el que, desarrollândose cxlremadamente y conservando su inde- pendencia, constituirá Ia séptima costila cervical. La sexta vértebra cervical tiene frecuente- mente un punto costal análogo, y según HYRTL, sucede lo mismo con la quinta y cuarta y sin duda con les apófisis transversas de todas las vértebras cervicales. Dorsalización cervical, séptima costilla cervical (hi gura 74). — Sc da cl nombre de dorsalización cervical no solamente a lu presencia uni o bilateral de uma costilla supernumeraria implantada en la séptima cer- ical, sino también a una hipertrofia uni o bilateral de la apótisis transversa de la misma vértebra. Ambas anomalias pueden coexistir y dan arigen a menudo à un síndrome sensitivomotor que requicre a veces la Fio. 73 intervención quirúrgica. EL estudio de estas anomalias es particularmente interesante. En lugar de las incompletas clasificaciones de Luscnga y Grozer, preferimos la de BLANCHARD, que 2, prio premio moto. 2, punto oetut. cg más completa. Esta clasilicacin comprende cinco Osificación de la séptima cervical (esquemática). tivo” Taeral luquiordo, — 3, 3º, qlecos enlfisa- ao punto costal (uátnênio de essa). grupos: Primer grupo: La costilla de la séptima cervical baste antas o e RES cs una costilla perfecta, óseu y cartilaginosa, que va de É, Asa de goldacura aei punto esvinoso cem Tg séplima vértebra cervical al esternón; es indepen- diente de la clavicula y de la primera costila, Estos casos som raros. Segundo grupo: La costilla de la séptima cervical se extiende también hasta el esternón, pero fusiona em cartilago can el de la primera costilla torácica, Caso raro. Tercer grupo: La parte media de dicha costilla no está completamente osificada y halla representada por una banda fibrosa. Cuarto grupo: Tas extremos anterior y posterior de la citada costilla están bien des- arrolados, pero la porción media falta completamente; la banda conjuntiva que la repre- sentaha en el grupo preceden- te ha desaparecido. EI tullo de la costilla de la séptima cervical puede ser li- bre, soldarse à la primera cos- tilla torácica, que parece bi- fida cn su parte posterior, o aparecer articulada o simple. mente unida a ella por un ma- nojo fibroso. Quinto grupo: Las partes anterior y media han desapa- recido: únicamente existe el segmento posterior y ofrece una . . de las relaciones sefialadas en las cervicales superoumerarias Lilaterales. el grupó; precedentes: bre, are Cos Zu SOStla cervical eupernumeraria arbleulacs com ls sépuma vêstebra ticulado, etc. RR ER Da apenioongiai Be ao AA Roe ds ARA SO ento pinos la de la sptima cervical va- Micalsa Prnimeia dorsáio xian según su volumen y, so- bre todo, según su longitud. Cuando la costilla es larga, la arteria subclavia está obligada a rodearla para llegar al hueco de la axila, y en este caso está varios centimeiros por encima del plano clavicular. En cuanto a la vena, sé encuentra generalmente lejos de la arteria y en un plano muy inferior: no ofre. cerá en general ninguna dificultad en la ablación de la séptima costilla. Exccpcionalmente sc insertan en ella los cscalcnos posterior y medio; cl escaleno ante- rior se inserta sólo cuando es larga y bien desarrollada. COLUMNA VERTEBRAL 67 apófisis dorsalizadas, podrian permitir uu deslizamiento de la quinta lumbar hacia delante y aun la luxación de una apófisis articular en el conducio Iunbosacro. « Apófisis transversas. apófisis transversas, que tiende a darles la forma y las dimensiones de las aletas sacras y hacer- las entrar en una concxión con el hueso coxal, constituye la asimilación sacra O sacralización de la quinta lumbar. La hipertrofia transversa puede presentar todos los grados, es decir, desde cl simple engrosamiento piramidal al ensanchamiento eu alas de mariposa; igualmente las Tie. 19 ión lunbosacra (cara enterior). La soldadura es completa a la derecha: a la iequierda está representada por una articulación. Sacraliza Tor quinto Inmbs son fêlIa lua Gal Sim ate, viciadas sao aréfisis ransvorea lumbar deformada, artfealada % detedEs, sinêstóno cimplica Inmndssorso 2% esionio “E duro zelaciones con el sacro y hueso ilaco pucden ir deide un simple contacto o una neoarticula- ción à una sinostosis completa. El aplanamiento y extensión de la quinta lumbar, anomalia de Ia forma del cucrpo ver- tebral y lu situación baja de la vértebra, anomalia de posición, cream, segun Lént, una disposi- ciém, que puede producir, como la sacralización, la estrechez del conducto vertebral. Las va- riaciones del calibre de este último pueden, pues, depender de múltiples causas, es decir, de las varinciones que recacn en las partes que Jo circunscriben (véasc más adelante Fambalización). 4) Histo sacroliimbar. — Ea ciertos casos el espacio que separa cl arco de la quinta lumbar del de la primera sacra está anormalmente desarroliado. Este aumento puede ser el resultado de diversas causas (Lacror): aplastamiento del cuerpo vertebral, aplanamicnto de la apófisis cspinosa, ctc., pero principalmente se debe al descenso del arco de St, ARTICULO 1 VERTEBRAS SACRAS Y COCCIGEAS (VÉRTEBRAS FALSAS de algunos anrores) Las vértebras de la región sacrococeigea son en mimero de nueve o divz, según los sujelos, y se sueldan más o menos entre sí eu la edad adulta, para formar dos huesos solamente: las cinco primeras forman cl sacta; las cuatro o cinco últimas constituyen el cóccir. Sacro En el adulto, cl sacro es un hueso impar, medio y simétrico, situado en la parte posterior de la pelvis, entre los dos huesos ilíacos, debajo de la columna Jnmbar, 4 la que continúa, y encima del cóccix que es su continuación. Considerado in situ, este hucso dista mucho de ser vertical: su divecciôn es oblicua de arriba abajo y de delante atrás, formando así con Ja última vértebra lumbar un ángulo saliente hacia delante, conocido con el nombre de ángulo sacrovertebral o pro- montorio. Por atra parte, «l tje del sacro. en vez de ser rectilínco, describe una curva muy pronunciada, cuya concavidad mira hacia abajo y adelante. Aplanado de delante atrás y mucho más voluminoso por arriba que por abajo, el.sacro en su conjunto tiene la forma de una pirâmide cuagrangular, y por consiguieute pode- mos considerar en él: 1.º, una base; 2.º, um vértice; 3.º, cuatro caras, que, según su orientación, sc denominan anterior, posterior y laterales, EI sacro es una pieza ósca que posee una originalidad realmente especial; si- ruado en la parte inferior del esqueleto axil, no sometido en su parte inferior 2 Ee influencia de las presiones transmitidas por Ia colimna, afrece los signos imás cla- zos de una adaptación mny especializada. Unión entre la columna y Ja pelvis, ofre- ce únicamente caracteres de robustez la parte superior, que transmite las presiones. 1º Cara anterior. — la car: jor (fig. 80) del sacro es côncava a la vez en sentido vertical y en sentido transversal; presenta, por lo tanto, una doble cur- vatura, y hemos de hacer notar, respecto a esto, que la curva transversal es más pro- nunciada en la mitad superior del hucso, al paso que la curva vertical es, por el contrario, más pronunciada en la mitad inferior. La cara anterior del sacro presenta en la línea media nna columna ósca, cons- tituida por la superposición de los cuerpos de las cinco vértebras sacras: a intervalos irregulares se vc segmentada por líneas transversales, huellas de la soldadura de estas diferentes vérrebras. Estas lineas, en general salientes, sor cn número de cuatro, y son tanto más vi- sibles cuanto más joven es el sujeto. En el extremo de cada una de ellas se ve un agujero elíptico, que se designa con cl nombre de agujero sacro anterior, y se cuentan naturalmente cuatro a cada lado, por los que pasar [ãfTamas anteriores de los ner- vios sacros. q DEVO aum oo o, par Situados en dos líneas casi verricales y a la distancia uno de otro de unos tres centímerros, los agujeros sacros anteriores se ven continuados hacia fuera por ca- nales transversales, canales sacros anteriores, en los que se alojan las ramas ante- COLUMNA VERTEBRAL 69 riores de los nervios sacros, Cada uno de estos agujeros está separado de su vecino, superior o inferior, por un tabique transversal, más o menos ancho y saliente, en el que se insertan los fascículos de origen del músculo piramidal, El desarrollo de las cinco piezas sacras no es igual pará todas. En la mujer, en la cual cl sacro tiene particular importancia para el acto dei parto, la primera pieza mide 35 milímetros dc altura aproximadamente; la segunda es un poco me- nos alta y no suele pasar de 25 milímetros, y cada una de las otras tres dificilmente lega a los 20 milfme- s. De esto resulta que la segunda de las líneas transversales an- teriormente indicadas corresponde aproxi- madamente a la parte media del hueso. 2º Cara poste- rior. — Fuerlemente convexa en el sentido vertical y en el sen- do transversal a la vez, y crizada de as. perezas en toda su extensiôn, en la cara posterior del sacro (fi- gura 81) encontramos ante tado, en la línea media, una cresta sa- liente, continuación dc la línea de las apófisis espinosas de o ae dae TIG. 80 la columna Tumbar: à la gresta sacra, De Sacro, cara anterior. ua ordinario, esta cresta 1, JM 1 vy las olnco vértebras sacras. — 1, etc. sEujeros sacras s atbnsies e Mr To, 18 ClgatoS eros” anteriores, =" 2," po euri” IatETATEA ah ae termina a la aliwa cava cetiouiar de o haco dol mero. — d. 4, ávélisio arlloulrus superlo:es : E de do rinieto vérlelna sacra, & ei vértico del sacro, “con sy camila articular pera del tercer agujcro sa» cem el otceix. —6, B, aittes gel sacro. cro y algunas veces a nivel del cuarto, por dos tramas divergentes, que circunscriben la porción inferior del conducto sacro. À cada lado de la cresta sacra, y de dentro a fuera, encontramos sucesivamen- te: 1.º, un canal longitudinal, ganal sacro, que continúa exactamente sobre el sa- xo la dirección de Jos canales vertebrales de la región lumbar (fg. 81, 2); 2.º, una primera serie de tnbérculos más o menos marcados y en número de cinco, Jlamados inbérculos sucros postervinternos (fg. 81, 10); 3º una serie de agujeros, más bien cvales que redondas, en número de cuatro, sado agujeros sacros posteriores, que dan paso à las ramas posteriores de los nervios sacros (fig. 81, 3): 4º, una nueva serie de tubérculos, los tubérculos sacros postervexternos, situados inmediatamente por fuera de los precitados agujeros (8. 81, 9). Los agujeros sacros posteriores son sicmpre mis pequeíios que los agujeros an- eriores correspondientes; lo mismo que estos últimos, se superponen regularmente «iguiendo dos líncas vcrticales, casi paralelas, que muestran, sin embargo, alguna ten- dência o convergir hacia abajo. El intervalo que separa estas dos líneas es sensible- mente mayor que el que existe entre los agujeros sacros anteriores. 72 OSTEOLOGIA Este conducto está situado inmediatamente por delante de la cresta sacra y es continuación por arriba del conducto raquideo de la columna lumbar. Triangular en su extremidad superior, bicn pronto resulta aplanado de delante hacia atrá finalmente, se transforma en mn simple canal, De cada lado del conducto sacro parten cuatro conductos transversales, sim- ples en su origen, pero que sc bifurcan casi inmediatamente para terminar a la vez en los agujeros sacros anteriores y en los agujeros sacros posteriores. Cada uno de estos conducios (fig. 84), verdadero agujero de conjunción, está separado del conducto inmediato por una columnita ósca de dirección anteroposterior, que recuerda los fe- áículos de las verdaderas vértebras. - Dentro del conducto sacro se encuentran alojados el fondo de saco terminal de la dura- imadre raquídea, cl fílum terminale de la me- lula y los nervios que constitmiyen la cola de “caballo. Estos nervios sc introducen en los con- ductos laterales antes descritos, y alli se bifur- can, como veremos más adelante, cada uno en dos ramas: una rama anterior, que se dirige ha- cia el agujero sacro anterior correspondiente, y una rama posterior, que sale por el agujero sacro posterior. EL orifício superior del conducto sacro es triangular, de vértice posterior, como la sección del conducto que lo continúa. El borde anterior está constituido por la cara posterior del cuerpo de la primera vértebra sacra; los bordes latera- Fic. 84 les están constituidos por lâminas que se dirigen oblicuamente hacia atrás para terminar en la línca media cn la apófisis espinosa de la primera sacra, Con el arco posterior de la quinta lumbar constituye el hiato sacrolumbar. Este se halla sujeto 2 numerosas variaciones que dependen de múltiples causas. Anormalmen- te grande, puede confundirse en la radiografia con una espina bífida oculta; esta ampliación del hiato es a menudo determinada por el descenso del arco de la $! o por una muesca que excava este arco (bosquejo de espina bífida). El orifício inferior del conducto sacro, o hiato sacro, o rambién sacrococcigeo, tiene mucho interés para la práclica de las inyecciones epidurales (anestésicas o tera péuticas). Vamos a estudiarlo. Corte sagital del sacro para poner de manifiesto el conducto sacro. LM mr 17, ve los cinco piezas saciar À, eresta gacia. > 2, astas de, sacro O verte. 8, earillas anrlentaros! —8, conâucio ua .º YHiato sacro. | El hiato sacro está orientado en un plano oblicuo en rela- ción al cjc dcl sacro, de sucrte que forma con la línea de la cresta sacra un ángulo obtuso abierto hacia delante. Su forma es la de un triângulo isósceles, a veces equi- látero, de base inferior (fig. 85). a) Bordes laierales. — Los dos bordes laterales corresponden al borde inferior libre del techo sacro. Convergen por arriba de modo que limitan una V invertida que presenta las particularidades siguientes: El vértice de la V forma un tubérculo medio que representa la apófisis espinosa de la cuaria vêrtebra sacra. Esta apófisis, la inás inferior de la cresta sacra, ordinaria- mente única, pucdc en ciertos casos ofrecer un bosquejo de bifurcación que insinúa las anomalias que estudiaremos más adelante. COLUMNA VERTEBRAL 73 Los bordes luterales están formados por una lâmina ósea que representa la parte distal de las lâminas de la quinta vértebra sacra (la parte media no existe); a 43 y 1 1 1 I é = $ 1 1 1 1 1 1 3 ' 1 1 1 1 1 AR Fic. 8% A. Fe. 85 B. Hiuto sacrococtígeo normal. Hiato sacro. “Tipo 1 (dehiscencia parcial de 8%). ero. — 3, cmdasia) 1, Hlasa mera, a to dutetedio postelointemo. ) asplhuea do Ja 8º aiviciaa e dead . ouarto tUbÉSetlo sacro pos o — 5, Mercer tubérulo saco prsteroimiorno, ms 6, E Sercero “p “essrto egnjeros. pustêriores, o — gas Fic. 8; CU. Fig. 84 D. Hiato sacro. Tipo II (dehiscencia de $º y 5%). Hiuto Red HI (dehiscencia de 85, 84, 8%. 1, Mato gaero, — 2, espitose. do Ja 5º. Laio saco, . apósiais óntarnos. O cuurta, cuerno del sacro. 1. t estilos 7-4 OSTEOLOGÍA así se realiza la abertura del hiato. Por arriba y por fuera de estos bordes late- rales sc encuentra el último tubérculo sacro posteroinierno, que representa clásica- mente la fusión de las apófisis articulares de la cuarta y quinta vértebras sacras. Aunque el tubérculo es variable, un hecho es constante: siempre es menos saliente que los tubérculos suprayacentes y presenta en su lado extemo cl cuarto agujero sacro posterior. Por último, en su parte inferior, los bordos laterales terminan por un verdadero engrosamiento, que son los cuernos o astas del sacro, Cada uno de ellos representa la apófisis articular inferior de la quinta vértebra sacra, que va a ponerse en relación con el cuerno del cóccix, que, a su vez, es la apófisis articular superior de la primera vértebra coccígea, Morfológicamente cl cuerno del sacro tiene, pues, la misma significación que los mbérculos sacros posterointernos. b) Borde inferior. -. El borde inferior o base del hiato tiene sus límites mucho menos precisos, En el esqueleto articulado, el hiato aparece limitado por abajo por el borde superior curvo, de concavidad superior, del cóccix. Ilemos dicho ya que nos parece anormal darle estos límites, y deliniremos su borde inferior por una línea ficricia que une el polo inferior de los dos cucrnos del sacro (línca trazada en la cara posterior del cuerpo de la quinta vértebra sacra). o) Angulos. — Los ángulos del hiato sacrococcígco nos som ya conocidos: TI ângulo superior, agudo, corresponde por su vértice a la cresta sacra. Los dos ângulos inferiores, menos agudos que el precedente, corresponden a los cuernos del sacro. Las dimensiones del hiato nos han parecido muy variables, puesto que hemos encontrado que su anchura variaba de ; a 16 milimetros; su altura, de 11 a 20 mili- metros. La anchura media es de 11 milímetros y la altura de 15 milímetros. Un hecho parece, pues, constante: siempre es más alto que ancho. Variedades, anomalias. — El hiato, tal como lo hemos descrito, corresponde a la mayoria de los casos, puesto que lo hemos encontrado 172 veces en 28% sacros exa- minados (incluimos en estos 17º casos, 11 sacros que presentaban una dehiscencia cn la S') Pero al lado de este tipo que se pucde considerar como normal, existem numerosas variaciones que tienen rodas por causa la variable altura que alcanza la dehiscencia. Esta variación se explica por la no fusión de las lâminas de las vér- tebras sacras suprayacentes a la quinta. El sacro está formado por la soldadura de cinco vértebras y su osificación se establecc por un doble proceso: uno para la formación y la fusión de los diversos elementos de la vértebra; el otro, Ia soldadura de las vértebras entre sí. Todas las jextensiones en altura del hiato estin condicionadas por una detención del primer proceso, es decir, una ausencia de soldadura de los dos segmentos late- rales dek arco vertebral posterior. Accesoriamente puede sobreaiiadirse un tras- torno del segundo proceso, es decir, una aetamerización del sacro. Enumeraremos estas variaciones yendo de las simples a las complejas. 1 En su primer tipo (fg. 85, B) la dehiscencia, sin alcanzar la apófisis espinosa de la Sº, excede extensamente la S!, cuyos extremos distales de los labios no se han fusionado y erizan con su eminencia los bordes laterales del hiato; el vértice del mismo constituye entonces uu tubérculo voluminoso, Las mediciones nos han dado por término medio: anchura, 1º milímetros; altura, 23 milímetros. Lo hemos ob- servado 36 veces en 258 piezas examinadas por nosotros. IL. En un segundo tipo (fg. 85, O) la dehiscencia Ilega hasta la 5º (simple exa- geración del tipo normal) y los dos bordes laterales convergen por arriba hacia un voluminoso tubérculo, que cs la apófisis espinosa de la $º y no la de la S% Por arriba y por fuera de estos bordes se encuentran los dos tubérculos últimos sacros posterointernos y los dos últimos agujeros sacros posteriores. Las dimensiones osci- lan entre 11 y 20 milímetros para la anchura y 23 y 40 milímciros para la altura Por término medio: 14 milímetros de anchura y 30 milímerros de altura. En 2p8 sa- COLUMNA VERTEBRAL 7” tamente completa hasta la edad de treinta afios: comicara hacia los catorce o quince aúios y se efectúa progresivamente, de ordinario, de abujo arviba, es decir, desde la quinta vértebra hacia la primera. EL proceso de soldadura no es idéntico por delante y por atrás, Mientrus por de lente, los enerpos vertebrales sólo estân separados por un disco intervertebral poco grueso y la «oldadura ósea entre los cucrpos puede establecerse fácilmente, por detrás, por cl contrário, los arcos posteriores están alejados unos de otros, unidos entre st por los ligamentos amarillos La reunión ósea de estos arcos exige Ia osificación de tales ligunentos. Este proceso de osifica- ción puede faltar y entonces se obscrva un hiato centre los diferentes arcos. Esta metameriza- ciên de los arcos sacros, normal durante la infancia, puede persistir, constituyendo entonces una anomalia asociada generalmente a un defecto de ciesre de los mismos. Esta viciación de Ia osificación de Ja parte posterior de la vértebra sacra constituyc la cspina bífida oculta posterior (véase más adelante). El hiato sacrococcígco, como lemos visto antes, resulta de la persi cia del quinto y también del cuarto arco. Las anomalias de osificación no afectan cn general a las otras piezas que constituyen la vértebra sacra. Micntras se efectúa la soldadura sacra se desarrollan, de los dieciocho a los veinte afios, cualro nuevas piezas, dos a cada lado. Estas piczas, que denominaremnos pieras marginales, ocupan la región de las carillas auriculares y completan lateralmente e) sacra (fi- gura 87, G, atra?) <) Resumen. — En total, el sacro se desarrolla por 49 puntos de osificación, que resu- miremos en el cuadro siguiente: tencia y de la dehiscen- Puntos Puntos primitivos complementarios Total 5 3 8 5 3 8 5 3 8 sua a 3 6 aci 3 6 - En 4 4 SEBRAE dog muiiisa 2 | 19 so Inserciones musculures. — (Véase más adelante, Cóccix, pág. 78.) Variedades. — 2) Dimensiones. — EL sucro es, de todos los huesos, el más variable en dimensiones y en aspecto. Con el nombre de índice sacro se designa la relación entre la altura, medida del centro del horde anteroposterior de la primera vértebra sacra al centro del borde anteroinferior de la última, teniendo en cuenta el número de piezas que entran en la compo- sición del sacro y la ancuura máxima de la base del hueso (Turn). Este indice es igual a 106,7. El sacro femenino es relativamente más ancho que el sacro masculino. 1os sacros cuya longitud rehasa la anchura han sido denominados por Turner dolicohiéricos; aquetlos cuja anchura excede de la fongitud, plutihiéricos. Em Ja raza blanca (y cllo cs Imtexesmt= desde el punto de vista obstétrico), el sacro femenino es siempre por to menos tan a: como largo. Once centimetros es la cifra obstétrica de la longitud y le anchura viuna del sarro femenino. ta cora pel b) Nimero de las véricbras. — Las vértebras por exceso O sacralización sou debidas a ta asimilación más o menos completa, ora de la quinta lumbar, ora de ia primera coceigea. ta última seria la variedad de sacralización más frecmente, aunque únicamente la primera interesa al médico. Las variaciones por- defecto pueden depender unas voces de la asimilación inversa, es decir, de la primera sacra a la quinta lumbar, 0 lumbalización, y otras de In ausencia de una o varias vértebras sacras, o agenesia «la sacralizaciên incompleta de la quinta lumhar va acompafiada a menudo de una asimetría del sucro y de la pelvis y de la aparición en la pared posterior de ésta de dos ângulos superpuestos: un ângulo superior o sacrovertebral y um ángulo inferior o sacrosacro. No cons- tituye esto siempre un peligro desde el punto de vista obstétrico, sino sólo una causa de in- “8 USLEOLOGÍA quietud para ci tocólogo poco ducho, ya que precisamente en el ângulo sacrosacro termina cl diâmetro sacropúbico minimo. Aunque no sea el ângulo sacrovertebral, sino un ángulo sa- crosacro (véase Previs) constituye el verdadero promontorio de los tocólogos. Las citados dos ângulos son iguales si la quinta lmbar está sacratizuda a medias; si lo está apenas, cl segun do, o inferior, es el más mar- cado; si lo está mucho, es cl primero o superior cl más evi- dente» (LE Dounit). c) Abertura del conducto sacro (Gg. 88). — EL sacro, so bre tado en la primera y se- gunda vértebras, es el asiento de predilección de la fsuración del conducro vertebral, que a menudo únicumente el exames del esqueleto o el examen ra- divgráfico pneden revelar. Esta espina bifida oculta posterior no tiene siempre significación patológica, a cansa de las va- riaciones frecuentos de la os ficación. Mientras que la osi- ficación del arco posterior de ta quinta lumbar se completa a los dos aius, la de los arcos sacros es siempre más tardia, Desde el segundo aio una lá- mina ósea cubre la cera unte- rior del arco v puede dar la imagen radioscópica de una esificaciôn completa; pero a Fic. 88 menudo persisten hasta Jos ocho afios irregularidades de osificaciên en forma de istotes cartilaginosos que pueden dar Dehiscencia total dc lu pared posterior del conducio sacro (espina bilida inferior; forma en reloj de arcua). 4, pareg anteror del conâncio sacro (ndume uno se aistinguen em ata pared fas diterentes vêctohcas muucael. — 2, apéssis articulares de o pri la imagen de una fsnra. Por Fio e ii anna oie do HMDRGASDS , etrá, Prirhês ces Mire, jim en el adulto, el arco posterior de la primera sacra pucde presentar variaciones morfológicas numerosas: orieniación diferente de las dos lâminas, bilidez de Ja apófsis espinosa o también división de ésta en dos tubérculos, simplemente unidos o ligeramente dehiscentes. é Cóccia El cóccix, rudimento en el hombre de la cola de los mamíferos, está imediatamente debajo del sacro, cuja dirección continúa. Constituyen esta “última picra úsea de la columna vertebral cuatro o cinco vérrebras considerablemente atro- fiadas y cusi siempre soldadas entre sf (figs, 89 y 90). Como todas los elementos ver- tebrales, ix es un hueso impar, medio y simétrico. Aplanado en gran ma- nera de delante arrás, mucho más ancho por arriba que por abujo, tiene en conjunto la forma de un uiángulo, y presenta, por consiguiente, una base, um vértice, dos caras y dos bordes 1º Caras. — Distínguensc, como en el sacro, en anterior y postérior. La cara zmsssior (fg. 89) es côncava; la cara posterior (lg. 90) es cony En una y otra semos líneas transversales, vestígios de Ia soldadura reclproca de las vértebras cocel- COLUMNA VERTEBRAL "9 2º Base. —La base, que mira hacia arriba, como la del sacro, presenta ante todo, en la línea media, una pequeiia carilla elíptica, cuyo diâmetro mayor es trans- Fio. 90 Góccis, cara anterior. Cúccix, cara posterior. 123,67 E prímesa, mgmnda, torcera, cuula v quinta pieras del cóceis (rérsctras comoíguas). — 6, base cel chicit Con “ui ont artiecius Dara Com el sicro. ==" 1 astãs de cdeeix. , vérico do] odculs. — 9, ánguloa interales. . versal, destinada a articularse con una carilla similar que hemos encontrado ya y descrito en el vértice del sacro, Por detrás de esta carilla, a derecha e izquierda de la línca media, se levantan dos columnitas en dirección vertical: son las llamadas estas del cóccix, que corres- ponden, em la articulación sacrococcígea, a las asas del sacro. Ie. 1 Fic. q2 Sacrocóccix visto por delante Sacrocóccix visto por detrás, con sus inserciones musculares. com sus inserciones musculares. Por último, por cada lado de las astas del cóccix, la base del hueso se extien- &e hacia fuera, formando dos prolongaciones transversales, a las que daremos el 82 OSTEOLOGIA porción sacrococcigea, de 12 a 16. De las cuatro porciones de la columna vertebral, la porción torácica es, pues, la más larga, siguiendo luego, por orden decreciente, la por- ción lumbar y las dos porcioncs cervical y sacrocoucígea. En la mujer, la altura de la columna vertebral, como la talla, es en general menor que en el hombre: alcanza, por término medio, de 6o a 6% centímetros. Las dimensiones longitudinales de la columua vertebral, relativamente conside- rables en el recién nacido, aumentan todavia hasta la edad de veinticinco afios; en el adulto quedan estacionarias y en «l viejo disminuyen, por efecto del aplana- miento de los discos intervertebrales, dando por resultado una exageración de las curvaturas anteroposteriores. Así se observa en el anciano una disminución de la talla, que puede llegar husta 5 ó 6 centímetros, 2º Anchura o diâmetro transversal. El punto más ancho de la columna vertebral es la base del sacro, en donde mide de 10 à 12 centimetros. Tanto por debajo como por encima de este punto, el diâmetro transversal dis- minuye gradualmente: por debajo desciende basta cero (vértice del cóccix), y por arriba mide aucesivamente 7 u 8 centímetros en la última lumbar, 6 ó 7 centimetros en la primera lumbar, de 5 a 9 centímetros en la última dorsal, 6 ó 7 centímetros en la primera dorsal y 5 ó 6 centímetros en el axis, EL atlas se ensancha considerablemente para sostencr la cabcza, y alcanza los 8 centimetros. &º Grosor 0 diâmetro anteroposterior. — El diámetro anicroposterior de la columna vertebral varia principalmente con el grado de proyección posterior de las apófisis espinosas. Midiendo 4 centímetros cn la región cervical, alcanta 6 en la región dorsal y 7 centímetros a nivel del sacro o de la última lumbar. Por debajo del sacro disminuye rápidamente a causa de la atenuación y desaparición graduales de las apófisis cspinosas y del conducto vertebral. 2. Dirección La columna vertebral no es recrilínea. En todos los mamíferos presenta una serie de inflexiones o curvaturas, muy variables en su número, situación y modo de orientación en cada clase animal. En cl hombre, estas curvaturas sou de dos clases: nas se producen según el plano sagital y se llaman curvaturas unteroposte- riores, y las otras en el plano frontal y se llaman curuaturas laterales. 1º Curvaturas anteroposteriores. — En el hombre, las curvaturas anteroposte- res son cuatro (fg. 94): la primera corresponde a la región cervical y es convexa hacia delante; la segunda corresponde a la región dorsal y su convexidad mira hacia atrás; la tercera, convexa hacia delante como Ja cervical, ocupa la región lumbar, y la cuarta, por último, corresponde a la región sacrococcigea y su convexidad mira hacia arrás. De estas cuatro curvaturas, tres están constituidas por elementos móviles, por lo tanto susceptibles de variaciôn según la actitud del individuo: son las curva- turas cervical, dorsal y lumbar. La curvatura lumbar es una adapiación de la co- lumna vertebral a la estación bípeda. El hombre, que es cl único ser cuya locomo- ción está localizada cn los micmbros inferiores, es el único que presenta una curvatura lumbar. En él la cabeza se articula con el atlas cerca de su centro de gravedad, de suerte que una ligera accióu muscular de los músculos de la nuca basta para man- teneria en equilibrio. Pero en la estación vertical, cl peso de las vísceras toraco- abdominales arrastra el tronco hacia delante y para neutralizar esta acción de la gravedad entran en acción una serie de mecanismos estáticos y dinâmicos. Desde COLUMNA VERTEBRAL ag el punto de vista estático, las tres curvatnras alternativas de la columna vertebral son de capital importan levan la línea de gravedad de la cabeza y del tronco al cjc de sustentación que pasa por la pelvis. Esia es la que sirve dé pinto de apoyo 2 Ja columna. vertebral y sobre ella se insertan los músculos exrensores y los músculos fexores de la columna (elementos dinámicos), cuya contracción asegura el equilibrio vertebral en todas las posicioncs. En los drúpedos, la curvatura lumbar no existe. La curvatura dorsal se ex- tiende a los lomos y forma ui arco cuya concavidad Ur ventral o anterior. La colum- na se parece a una especie de puente cuyos dos extremos se apo- yan en los miembros anteriores y posteriores. En posición es pa —H— tática, ul cuadrúpedo posce cuatro pilares, En la carrera, emplea RS p alternativa o simultâneamente, pero en sentido diagonal, la mi SG f iad de delante y la mitad de atrás; em el galope y cn el salto, s ambas mitades, primitivamente allcgadas, se independizan simul. tâneamente una de la otra. Sea cual fuere el modo de locomo. É ción, en Ja marcha o eu la carrera, la curvatura dorsolumbar 8 se endereza primero más o menos y luego vuelve a su forma q DMR primitiva, Morfolégicamente presenta sefales de este modo de 5 w locomoción. En cíceto, considerada desde este punto de vita 3 a curvatura dorsolumbar puede dividinse en dos partes: una NS anterior en la que sus apófisis espinosas estân inclinadas hacia «trás (acción de los músculos que obran sobre la parte anterior de la columna vertebral) y otra posterior en la que las apófisis Se | espinosas estân dirigidas en sentido contrario, es decir, hacia de ES | Junte. El punto donde se produce cl cambio de dirección de GS |D tas apófisis forma el límite entre las dos mitades. Eu los car- o ivoros este punto está situado entre la penúltima dorsal, que una costilla completa, y la última, que sólo riene una cos E Silla Florante. ã En el hombre no existe mis que una po E ia posterior o inferior. Por esto todas las apáfisis espinasas es.“ “cedo m fuertemente inclinadas. hacia. aba, iponemos cl individuo a cuatro patas, u horizontales (región dumbar), pero nunca se inclinan hacia delante, Estos caracteres Curvaturas antero- de adaptación a la estación bípeda se cncuentran también en posterioes de la ias apófisis transversas Jumbares, que son, como las apófisis es. columna vertebral. pinosas correspondientes, perpendiculares al eje mayor raquídeo. La extensiôn y dirección de las curvas anteroposteriores de la columma verte- bral, es, pues, de origen mecânico. La inflexión lumbar, que contribuye a levantar cl tronco y leva la línea de gravedad bacia atrás del cjc de las articulaciones de a cadera, no existe en el vecién nacido o, por lo menos, es poca marcada. Se des- arrolla cuando el nifio comienza a andar, cs decir, cuando se adapta verdaderamente la estación bípeda. Por otra parte, parece ser de adquisición relativamente re- ciente, puesto que en la raza prebistórica de Neanderthal apeuas está bosquejado En esta incurvación lumbar hay que iencr en cuenta no solamente la disposición ôsea, pues el cuerpo vertebral de varias vértebras y sobre todo de la quinta vér- ebra Jumbar es, en efecto, mãs alto por delante que por detrás, sino también la ura de los meniscos fibrocartilaginosos intervertebrales lumbares (véase ArIROLO- 14), cuyo grosor no es el mismo en todos los individuos ni en todas las razas. Finalmente, existe una diferencia según los sexos. La curvatura lumbar está más desarrollada en la mujer que en el hombre, no sólo en la edad adulta, sino cambién en la infancia. CHarpvy, que ha demostrado evidentemente este punto por medio de mcdiciones precisas, lo atribuye con razón a la influencia de circunstancias Fic. 94 E OSTEOLOGÍA peculiares del sexo femenino: «En primer lugar, dicc, tencmos el embarazo, que obli- ga a la columna dorsal a inclinarse hacia atrás, imponiendo a los músculos lumbares, extensores y flexores, un esfuerzo proporcional al peso sobreafiadido que obliga a la Hlexión. Y es de notar que este esfucrzo no se manifiesta solamente durante algu- nos meses, sino que muchas veces persiste durante toda la vida cierta flojedad de la pared abdominal, que obliga a uu predomínio de los músculos enderczadoros anta- gonistas. Es verosímil que la actitud del embarazo, continuada en una serie incal- culable de generaciones, haya acabado por crear un tipo hereditario y original, va- gamente marcado desde la primera cdad, claramente visible en la pubertad y en su completo desarrollo más adelante por efecto de las funciones maternas de la ges- tación y de levar al nifio en brazos» — Las diversas inflexiones anteroposteriores que presenta la columna x: nen por objeto aumentar su resistencia, en virtud de aquel princípio de física que dice que, de dos columnas elísticas iguales, la que tiene curvaturas alternativas opo- ne mayor resistencia a las presiones verticales que la que es rectilínea: siendo 1 la resistencia de esta última, la resistencia de la c na curva es igual al número de sus curvaruras elevado al cuadrado más uno (C*+1)) Si este principio fuese apli- cable en todo su rigor a la columma vertebral de Miamiferos, la resistencia de esta columna en cl hombre scrfa más dc diez veces mayor, por la presencia de sus cua- tro curvaturas, y así su resistencia estaria representada por la siguiente fórmula: 4º+1=1%. Sería 17 veces mayor. Esta conclusión matemática nos parece muy discutible. Con Pravaz, y más re- cientemente con GarrOIS y JarrOT, creemos que la resistencia del xaquis con sus cuatro curvaturas no cs asimilable a Ja de una lâmina elástica cuya reacción contra las potencias que actitan sobre ella en el sentido de la longitud está en razón directa del cuadrado del número de sus curvaturas, En efecto, la columna vertebral no es un resorre, aunque las diferentes partes que la constituyen estén separadas por dis- cos elásticos. Como Pravaz, excemos que el objeto de las curvas es levar el cento de gra- vedad del cnerpo sobre la base de sustentación y, por consiguiente, favorcecr la estaciôn bípeda, Atiadiremos también que Ja estación bípeda y la curvatura lur- bar están indisolublemente-lizadas-a-una-a-otra. El examen de los esqueletos pre- históricos nos ha demastrado que el desarrollo de la curvatura lumbar es paralelo al enderezamiento del tronco. Las modificaciones de las curvaturas, tanto si son fisiológi- cas como patológicas, tienen por consecuencia modificar la estática del tronco. 2º Curvaturas laterales. — Las curvuturas laterales, aunque menos pronuncia- das y menos constantes que las anteroposteriorcs, existen también cn la mayoria de los casos. Para convencerse de ello, una vez eviscerado el cadáver y suficientemente limpio cl raquis, bastará tender sobre su cara anterior un hilo que vaya desde Ta parte media del atlas hasta la parte media de la quinta lumbar, y con esto se verá que & cje de Ja coluna raguídea casi uunca está em perfecto paralelismo con el hilo, sino que a diferentes altnras se inclina unas veces a la derecha y otras a la izquierda. Bouvier ha encontrado estas inflexiones laterales 28 veces en go sujetos de más de veinte atos de edad. Por su parte, Pré, en 100 adultos que examinó vespecto de este punto, comprobó su existencia 93 veces; únicamente en 7 la columna era recta. Por tanto, puede considerarse como normal la existencia de las incurvaciones laterales del raqui El tipo más corriente (tipo habitual) presenta tres curvaturas, que son (fi- gura y5, D: 1.º, una curvatura cervical, de convexidad a la izquierda, que va de la rercera o cuarta cervical a la rercera o cuarta dorsal; 2.º, una curvatura dorsal, de convexidad a la derecha, que va de la cuarta dorsal a la octava dorsal; su vér- ticg"de ordinario coincide, con el disco que separa la quinta vértebra de la sexta
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